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viernes, 27 de mayo de 2011

KANT (1724-1804)

INTRODUCCIÓN DEL PERIODO ILUSTRADO:

Immanuel Kant, Prusia, 22 de abril de 1724 – ibídem, 12 de febrero de 1804) es considerado el filósofo alemán más influyente de finales de la Ilustración. Es el primero y más importante representante del IDEALISMO alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal. 
La parte central de este siglo puede considerarse como un periodo de relativa tranquilidad, precedido por las llamadas ‘Guerras de religión’ y seguido de una serie de guerras revolucionarias, como la Revolución Norteamericana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789. En este periodo de entreguerras, aunque no exento de contiendas, se percibe en la élite intelectual europea una cierta mentalidad común producida por la creencia compartida en un conjunto de valores que ha pasado a la historia con el nombre de la Ilustración: Un movimiento que pretende la difusión de todos los conocimientos, para que las personas dirijan su propia vida y de esa forma todos seamos responsables de la dirección que tome la sociedad. Tenemos el “Don” de la razón, universal para todos los seres humanos, pero esta está limitada, no llega a garantizar la esencia última de las cosas descubriéndonos de esa manera la verdad, pero si tiene que ser ella la encargada de establecer sus propios criterios, es decir de ser autónoma, ha de indagar sobre su propia capacidad y someter todos los contenidos culturales a crítica, a la exigencia de los principios racionales.
CAPRICHO nº 43 de Francisco de Goya y Lucientes (17461828), pintor y grabador español.

Kant nació y vivió en Königsberg, Prusia oriental, una vez roto el vasallaje que la unía a Polonia. El rey Federico II (1740- 1786) favorece la educación del pueblo y promueve el progreso económico. Pero su sucesor Federico Guillermo II (1786- 1797) es un reaccionario y su ministro Woellner se enfrenta a Kant a propósito de la obra LA RELIGIÓN DENTRO DE LOS LÍMITES DE LA RAZÓN. Además de ésto, internacionalmente los hechos más destacados son la independencia Americana y la revolución francesa, aunque también vive acontecimientos como la guerra de los siete años, en la que Prusia es invadida por los rusos. Cabe destacar en esa época el ascenso de la burguesía con respecto al resto de la población, lo que condicionará la filosofía del momento (el burgués se hace a sí mismo). Otro rasgo a tener en cuenta en la Prusia del siglo XVIII es el pietismo (en el que fue educado Kant), es una religión que da importancia a la experiencia religiosa personal, es una tendencia que se acerca a la religión desde la pasión y no desde la razón, más centrada en la moral individual que en las prácticas y ritos religiosos.

En la Europa del siglo XVIII, el pensamiento no era algo unitario ni mucho menos uniforme. Aunque se constataba una cierta concordancia en los valores básicos de la Ilustración, una cierta mentalidad común, la diversidad intelectual era evidente en países tales como Alemania, Inglaterra, Francia, España, etc. En todo caso, el pensamiento europeo fue guiado, como nunca lo había sido, por los filósofos.

En la filosofía, LOS PLANTEAMIENTOS METAFÍSICOS CLÁSICOS se derrumbaron y surgió una fuerte orientación hacia los problemas del hombre, especialmente en lo que respecta a sus dimensiones ética y política. Los lugares propios de la filosofía dejaron de ser las cátedras y las escuelas para encontrarse por todas partes. La naturaleza ahora se concibe con un carácter experimental y racional, así las Ciencias no se derivan de principios universales, sino que se desarrollan a partir de la observación empírica y de la inducción, y se van incrementando los contenidos, a partir de los constructos científico-filosóficos heredados de pensadores de la talla de Bacon, Galileo y, sobre todo, Newton. De este modo, los filósofos ilustrados abandonaran el método cartesiano racionalista, para abrazar el experimental de Newton, basado en la observación y el experimento. Esto implicaba que en el origen de todos los conocimientos iban a estar las sensaciones, aunque sobre ellas tendrían que actuar las capacidades racionales humanas.

ANTE EL PROBLEMA DE DIOS muchos se declaran materialistas y ateos y una mayoría se mantuvo en posiciones agnósticas o escépticas; otros profesan el deísmo, pero éstos últimos, defendiendo una religión natural; es decir, manifiestan una tolerancia hacia la religión católica, pero dentro de los límites de la razón, pues la oposición radical a la fe no está en la incredulidad sino en la superstición. Esta mentalidad común, más que producir un cambio político mediante la revolución en alguna nación o una rotura del orden político existente, lo que pretendía era conseguir una revolución general en los espíritus, ilustrando a los gobernantes y educando al pueblo para que se pudieran mejorar las leyes y se pudiera dar realidad a la idea de progreso.

El punto de apoyo de los filósofos era la razón. Con ella se intentaba crear la Ciencia para poder dominar la naturaleza. Será una razón crítica que se enfrentará a los antiguos criterios de la tradición y de la autoridad exterior. Se pretendía poder usar la razón de forma autónoma, libre y en público, lo cual generaba, a su vez, la aceptación del valor de la tolerancia. VOLTAIRE se erigió en uno de sus máximos teóricos en obras tales como el Tratado sobre la tolerancia.

EL MARCO FILOSÓFICO EN EL QUE SE FORMA KANT es el racionalismo de Wolff, es un racionalismo muy extremo con el que pretende fundamentar toda la realidad a partir del principio lógico de ‘no contradicción’ y deduce un saber a priori sobre el alma, el mundo y Dios, aunque también conoce los escritos de Hume, ya que en ese momento se estaban traduciendo sus obras al alemán.

“Si ‘percibir’ es la función de la sensibilidad ‘comprender lo percibido’ lo será del entendimiento. “Kant (pensador de la Ilustración).

[De la misma manera, cuando se trata de la posibilidad de que algo exista como objeto de experiencia hay que presuponer una conciencia que ha de ser anterior al objeto, a esta conciencia la llama Kant: “Yo trascendental”.]

“No basta con abrir los ojos, hay que abrir lo mirado” Hugo Mujica (pensador y literato del siglo xx).
Para Kant, el ‘ser ilustrado’ sólo requiere el uso del raciocinio y de la libertad de hacer uso público de la razón sin restricciones. Uno de los móviles del pensamiento ético de Kant fue posiblemente la controversia entre la PREDESTINACIÓN y la VOLUNTAD LIBRE DEL HOMBRE (libre albedrío), lo que llamará buena voluntad-, derivada de la polémica entre Lutero, Calvino [1] y la Iglesia católica, que comenzó en el siglo XVI y duró hasta el siglo XVIII. Kant postulará la libertad como necesaria y como característica propia del ser racional. Pues será esta facultad la que podrá generar una buena voluntad para dotar de valor moral a la vida del hombre.

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[1] LUTERO defendía que la salvación del hombre no dependía del mérito de sus acciones o de lo virtuosa que fuera su vida, sino del don incondicional de la gracia divina, puesto que el hombre, radicalmente pecador, no podía contribuir con su esfuerzo a su salvación. Lo único que podía hacer era responder a la iniciativa divina de salvación mediante la fe. Aunque Lutero fue criticado por no dotar de importancia a las buenas obras, él respondía que éstas eran la consecuencia natural de la fe y que, por tanto, la fe era lo importante. Del luteranismo surgiría el pietismo. CALVINO, por su parte, creía en la predestinación, esto es, en que Dios había elegido a algunas personas a las que salvaría, mientras que otras estarían ya destinadas a la condenación eterna. Dios era, por tanto, un soberano absoluto que decidía el destino del hombre, que no era libre. Un indicio que podía tener el hombre de que había sido elegido por Dios era la buena marcha que podían llevar sus negocios, lo cual originó un ambiente muy favorecedor para el desarrollo del comercio y para la implantación del capitalismo, con la consecuente caída del régimen feudal.
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I. CUESTIONES PREVIAS DE FILOSOFÍA KANTIANA:


La principal cuestión kantiana es buscar respuesta a la pregunta: ¿Qué es el ser humano? Esta pregunta se desglosa en otras tres:

¿Qué puedo saber? La pregunta epistemológica. [USO TEÓRICO DE LA RAZÓN.]
¿Qué debo hacer? La pregunta ética. [USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN.]
¿Qué me cabe esperar? La pregunta teológica. [LOS POSTULADOS FILOSÓFICOS].

II. EPISTEMOLOGÍA: USO TEÓRICO DE LA RAZÓN.

La filosofía kantiana se dirige al sentido del conocimiento, ¿POR QUÉ CONOCER? ¿POR QUÉ TENEMOS TAL NECESIDAD DE SEGURIDAD (Ciencia)?, y la respuesta a estas preguntas será el punto de partida del entramado filosófico kantiano: “NECESITAMOS CONOCER PARA OBRAR” Tras esta cuestión, la lógica lleva a preguntarse ¿QUÉ ESPERA EL SER HUMANO OBTENER SEGÚN SU MEDIDA Y MANERA DE OBRAR? Lo cual desemboca en la pregunta clave ¿QUÉ ES EL SER HUMANO?


Kant se encuentra con que la Matemática y la Física son saberes en progreso que extienden nuestro conocimiento y son a priori. A la metafísica no le ocurre lo mismo, se mueve por puros conceptos y no llega a alcanzar el valor de necesario y universal, aunque hay una disposición natural del hombre a hacerse preguntas que están más allá de sus posibilidades de conocimiento, tales como Dios, la libertad y la inmortalidad del alma. Las deficiencias que caracterizan a la metafísica son que, en tanto que la Ciencia progresa, la metafísica sigue estancada con los mismos asuntos y que los científicos llegan a acuerdos en sus teorías y conclusiones, todo lo contrario que los metafísicos. Por ello, lo que hay que plantearse si la metafísica es posible como Ciencia, si puede ser construida como las Ciencias matemáticas o físicas. Para ello hay establecer un tribunal al cual se encomiende a la propia razón pura, esto es, que se juzgue a sí misma para dictaminar HASTA DÓNDE SE PUEDE CONOCER.



Comenzando por la cuestión de cómo es posible la Ciencia y conociendo las condiciones que establecen qué es la Ciencia, podremos saber si la metafísica se adecúa o no a ellas.

Como decimos, la Ciencia se articula mediante juicios sintéticos a priori. Hume sostuvo que con respecto al conocimiento no podemos ir más allá de las sensaciones, pero si esto era así la Ciencia carecía de todo fundamento incluso la ciencia de Newton (ya que no se puede admitir ningún conocimiento causal), además según Hume no se puede admitir el conocimiento universal y necesario en la experiencia, más allá del propio mecanismo humano inferencial. Kant supone que las que las condiciones de necesidad y universalidad son necesarias para un verdadero conocimiento y han de ser un elemento a priori del mismo. Kant cree que para entender la experiencia (conocimiento a posteriori) es necesario tener conocimientos que no provengan de la experiencia (conocimiento a priori). Recordemos que:


A PRIORI: conocimiento independiente a toda experiencia, es universal y necesario, es previo a la experiencia, pertenecen a la estructura del sujeto.

A POSTERIORI: conocimiento que se obtiene por medio de la experiencia, es particular y se percibe sensitivamente.


Tendremos juicios a priori o a posteriori, según en la medida que sea posible conocer la verdad del asunto propuesto como meta de conocimiento.
La Ciencia es un conjunto de juicios que se unen entre sí para formar argumentos y Kant se pregunta por las condiciones que hacen posible los juicios de la Ciencia, para ello distingue entre dos tipos de juicios:


JUICIOS ANALÍTICOS; el predicado está contenido en el sujeto.

JUICIOS SINTÉTICOS; el predicado no está contenido en el sujeto.


LOS JUICIOS ANALÍTICOS no amplían conocimiento, son a priori; por lo que no provienen de la experiencia. LOS SINTÉTICOS amplían conocimiento y pueden ser a priori y a posteriori. Esta clasificación está realizada atendiendo a si el predicado está incluido o no en el predicado.


Kant admite que son posibles los juicios sintéticos a priori, que además de ofrecernos información son universales y necesarios. Ahora bien, se preguntará nuestro pensador, ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Como respuesta a esta cuestión, Kant distingue tres facultades del conocimiento, sensibilidad, entendimiento y razón.


ESTÉTICA TRASCENDENTAL: crítica de la sensibilidad: experiencia sensible.

ANALÍTICA TRASCENDENTAL: critica del entendimiento: capacidad de juzgar.

DIALÉCTICA TRASCENDENTAL: crítica de la razón: facultad de razonar.


Estas tres partes se corresponden con tres tipos de conocimiento, el matemático, el físico y el metafísico.

 

LA ESTÉTICA TRANSCENDENTAL es el primer nivel de conocimiento de la sensibilidad, gracias al dato empírico de las sensaciones. Demuestra cuáles son las condiciones que hacen posible que en las Matemáticas existan los juicios sintéticos a priori; pues dos de estas condiciones principales, son el espacio y el tiempo, formas a priori de la sensibilidad e intuiciones puras, ya que todo lo percibido se da en un espacio y en un tiempo. Decimos que son intuiciones porque son únicos sólo hay un espacio y un tiempo (ya que los conceptos pueden ser aplicados de modo universal). Relaciona las Matemáticas con este punto porque las Matemáticas son, por excelencia, la Ciencia enmarcada en las variantes de espacio/tiempo, formulando sobre ellos juicios sintéticos a priori: en geometría las propiedades del espacio a priori y en la aritmética tanto las del espacio como las del tiempo. Las Matemáticas pueden formular juicios sintéticos a priori porque el espacio y el tiempo son intuiciones puras a priori.

LA ANALÍTICA TRANSCENDENTAL. En el proceso cognoscitivo además de la sensibilidad está el entendimiento, intuiciones empíricas, las que mostrarán las condiciones que hacen posible que haya juicios sintéticos a priori en la Física. Si ‘percibir’ es la función de la sensibilidad ‘comprender lo percibido’ lo será del entendimiento. Definimos ENTENDIMIENTO como la ‘facultad consistente en la actividad de juzgar o razonar, para correlacionar una intuición con un concepto’; es decir, el entendimiento responde a la facultad de referir la multiplicidad de las sensaciones a un concepto. La unión entre las sensaciones y el concepto está determinada por unas funciones a priori denominadas CATEGORÍAS, que Kant define como condiciones para pensar algo como objeto Kant dirá:



Las intuiciones sin conceptos son ciegas, los conceptos sin intuiciones son vacíos”.



El entendimiento es el encargado de unificar las intuiciones dadas en la experiencia; pues la experiencia como orden de la regularidad de los fenómenos, ha de implicar unas reglas que no son tomadas de la experiencia, sino por el propio entendimiento. [Esto es, lo que Locke y Hume, en su crítica del Principio de causalidad, llamaron INFERENCIA.]

[Los principios fundamentales en que se basa la Física son, según Kant, los juicios sintéticos a priori, veamos un ejemplo: el principio de causalidad está basado en la categoría de causa, la categoría de causa es un concepto puro que no procede de la experiencia, sino que es previo a ésta a la cual se aplica. ]


Las categorías no son aplicables más allá de la experiencia, de lo dado en el espacio y el tiempo. El fenómeno es lo que se nos da, lo que se nos aparece, lo dado en el espacio y el tiempo. Lo que parece suponer que haya algo que no se nos dé a nivel de percepción. El objeto que percibimos es el fenómeno, lo que no podemos conocer de ese objeto, Kant, lo denomina la cosa en sí o NOÚMENO. [2]


Las categorías serían la estructura del sujeto que comprende todo su bagaje empírico, las categorías no surgen de la experiencia, sino del entendimiento, cuyos juicios proceden de las categorías. En este punto, nos encontramos con la DEDUCCIÓN TRASCENDENTAL kantiana, término que hace referencia a uno de los mayores descubrimientos de la cultura occidental: no son las categorías regidas por los objetos; sino los objetos regidos por las categorías. Así pues, hay un papel muy activo del sujeto en la naturaleza sensible, ya que la razón descubre lo que ella misma produce. Por este motivo, la Física se convierte en Ciencia, en tanto que si sólo estuviese compuesta de proposiciones particulares, nunca se podría derivar de ello una ciencia. Las categorías dan la solidez universal y necesaria).
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[2] Según la RAE, NOÚMENO o ‘la cosa en sí’ se define como: En la filosofía de Immanuel Kant, aquello que es objeto del conocimiento racional puro en oposición al fenómeno, objeto del conocimiento sensible. [¡Ojo! Relacionar con la ‘noesis’ platónica]
Pero aún vamos más lejos; algo es ‘objeto‘ porque se enfrenta a una conciencia que actúa como ‘sujeto’; nada es objeto si antes no es conocido. De la misma manera, cuando se trata de la posibilidad de que algo exista como objeto de experiencia hay que presuponer una conciencia que ha de ser anterior al objeto, a esta conciencia la llama Kant “YO TRASCENDENTAL”.
Nada es objeto conocido, sin la conciencia que percibiéndolo unifica el conjunto diversificado de su color, sabor, forma, peso, etc. De la misma manera cuando se trata, no del conocimiento empírico de algo, sino de la mera posibilidad de que algo exista como objeto de experiencia, hay que presuponer una conciencia que sea razón y origen de la unidad y de la síntesis. A esta conciencia dotada de la experiencia lógica de conocerlo todo se la denomina YO TRASCENDENTAL.
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DIALÉCTICA TRASCENDENTAL estudia la razón y se ocupa del problema de la validez científica de la metafísica. Kant piensa que la metafísica no es posible como Ciencia, puesto que los juicios sintéticos a priori están asentados en la experiencia y la metafísica -que trata de temas como, el alma, el mundo y Dios- están más allá de la experiencia; por lo que no son, pues, objetos de conocimiento, sino ideas de razón. LAS CATEGORÍAS sólo pueden usarse en su aplicación a los fenómenos dados por la experiencia. La razón no puede conocer fuera de la experiencia. En cambio, LAS IDEAS no tienen valor constitutivo de objetos al no contar con datos empíricos. Por lo que se trata de conocimientos vacíos, aunque la razón teórica tenga una tendencia a buscar lo incondicionado, de ahí que tienda a extender su conocimiento más allá de la experiencia. LA IDEA DE ‘ALMA’ O ‘YO’ sirve para orientar la investigación psicológica y unificar la variedad de los fenómenos psíquicos. Lo mismo ocurre con LA IDEA DE ‘MUNDO’ cuya utilidad es relacionar los distintos fenómenos naturales en una totalidad. Por último, LA IDEA DE ‘DIOS’ aparece como un ideal de perfección inteligible que se manifiesta en la naturaleza e invita a su progresivo descubrimiento. [¡Ojo! Relacionar los tres tipos de ‘idea’ en Kant con la teoría cartesiana sobre las tres substancias ‘res cogitans’, ‘res extensa’ y ‘res infinita’. Establecer una relación con el hilemorfismo aristotélico.]

III. CUESTIÓN ANTROPOLÓGICA. MORAL Y ÉTICA: USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN [3].

En la tradición filosófica y cultural de Occidente, la ciencia ética y los contenidos morales se habían fundamentado sometidos a las leyes de la naturaleza con exigencias causales y rigurosas donde poco tenía que hacer la libertad de raciocinio; así, cuando Kant niega la posibilidad de demostración científica
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[3]. La Crítica de la razón práctica (Kritik der praktischen Vernunft) es la segunda de las tres obras llamadas "críticas" de Immanuel Kant, publicada en 1788. Trata sobre el tema antropológico de la moral, y continúa en la línea de la Crítica de la razón pura, cuyos argumentos están, en su mayoría, expresados más extensamente en sus Principios fundamentales del conocimiento metafísico. La Crítica de la razón práctica ejerció una enorme influencia en el desarrollo posterior occidental en el ámbito de la filosofía ética y moral.
de la existencia de DIOS, del LIBRE ALBEDRÍO COMO DOTACIÓN DIVINA -postulado defendido por la Escolástica, heredado por coetáneos a Kant como Rousseau- y del ALMA INMORTAL, de alguna manera, está destruyendo los fundamentos de la moral como norma social general, pero nunca de la ética como conciencia autónoma del ser humano. Así, Kant no evade de la tradición, sino todo lo contrario: acaba con ella. Para Kant, ya es hora de que sea la propia conciencia del sujeto la que juzgue la bondad o maldad de una acción.
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Kant considera que la única cosa que merece absolutamente la denominación de “bueno” es la buena voluntad. Ésta no se define precisamente como la simple intención de obrar bien, sino como un querer puesto en práctica, como voluntad misma en cuanto capaz de actuar determinada por la razón. Si el fin o teleología de la vida humana hubiera sido la obtención de la Felicidad, nada más inapropiado que la razón para conseguirla porque el instinto hubiese cometido mejor ese fin. [¡Ojo! contraponer este pensamiento con el platónico, el aristotélico y el escolástico.].

La voluntad y la razón no tienen como misión alcanzar la felicidad, sino la dignidad. La voluntad será buena cuando lleve a una acción hecha por deber. No es buena o mala por el fin que pretende, sino por el fin que lo mueve es en sí mismo porque quiere que lo que hace sea conforme al deber, cosa que consigue cuando actúa por respeto a la ley moral. Y este deber se funda en la propia naturaleza humana. Sólo de este modo es posible establecer la retroalimentación entre ‘moral’ -como código normativo social- y ‘ética’ –como código autónomo- Kant, asertará que


El obrar por deber moral ha de caber dentro del código ético de todos los hombres racionales, por lo que se puede universalizar y debe prevalecer de un modo necesario (así tenemos la universalidad y la necesidad), ha de tener, por tanto un fundamento a priori en la misma razón.


El único concepto de ‘deber’ que puede basarse en la razón es el que se presenta bajo la forma de IMPERATIVO. Así, Kant, establecerá dos tipos de imperativos, LOS IMPERATIVOS HIPOTÉTICOS y LOS IMPERATIVOS CATEGÓRICOS. Los primeros son mandatos que persiguen medios para fines posteriores, (si quiero tal fin, he de poner en práctica los medios adecuados). En tanto que, los segundos son mandatos que se refieren a las acciones con fines en sí mismas, obligan incondicionalmente y prescriben la moralidad a modo de juicios sintéticos a priori, [se aclara que son ‘a priori’ porque no dependen ni de la experiencia ni de las propias intenciones y ‘sintéticos’ porque representan algo más que la misma voluntad, la acción. No porque algo sea bueno se impone a la voluntad, sino porque la voluntad se impone algo a sí misma, esto que se impone es necesariamente bueno. ].
La formulación del imperativo categórico sería la siguiente:

Obra sólo según aquella máxima que puedes querer que se convierta, al mismo tiempo en ley universal


Siendo la máxima el principio según el cual se obra, es un principio subjetivo de la acción. De este modo, la ley es el principio según cada uno debe obrar, que se convierte en principio objetivo y universal. [Confluencia de moral y ética] El imperativo categórico dice que la máxima ha de convertirse en ley para ser calificada como buena y ser universalizable. Esta formulación del deber excluye cualquier finalidad condicionada de la voluntad particular. La conclusión que se deduce es que la pauta universal del ser humano es y debe ser buscar la BONDAD como finalidad absoluta. Kant establece que sólo el ser racional es fin en sí mismo, por lo que deberemos comportarnos con los demás sujetos y con toda la humanidad como fines en sí mismos y nunca como medios.
Si la voluntad se determina a sí misma, si se es verdaderamente libre, puede decidirse a obrar por un principio formal. La voluntad es libre si no se determina por algo que pertenece al mundo fenoménico. Por ello, distinguiremos entre LAS DOS CATEGORÍAS MORALES MÁS IMPORTANTES: EL BIEN Y EL MAL. Algo es ‘bueno’ o ‘malo’ no porque es percibido como moralmente obligatorio, sino debido que la voluntad se lo impone tras percibir cuál es su deber moral teniendo en cuenta el imperativo categórico. Propiamente BIEN y MAL son conceptos a priori, pero que no se aplican a objetos conocidos (como pasa con las categorías del entendimiento), sino que son efectos de una única categoría práctica, LA CAUSALIDAD LIBRE, la libertad, que hace que las acciones humanas sean, por determinación, buenas o malas.


El que un ser racional tenga el fin en sí mismo fundamenta la idea de autonomía moral (la voluntad posee en sí misma la voluntad de obrar, si la busca fuera de ella se produce la heteronomía). La autonomía es la condición intrínseca de la Libertad y, por ello, de la moralidad, es la facultad que tiene la voluntad de autodeterminarse. Pues no se actúa moralmente, sino en conformidad con uno mismo, esto es, se actúa éticamente. El hecho de tener como IMPERATIVO CATEGÓRICO (o modo de obrar) el respeto a la misma humanidad como fin en sí misma nos constituye a la vez como legisladores universales, por eso la moralidad puede llamarse también reino de los fines, es decir, una sociedad sometida a las mismas leyes de fines. Una sociedad en la que sus miembros son soberanos legisladores y autónomos que se dan las leyes a sí mismos. Así, el postulado kantiano desemboca en la afirmación de que es necesario actuar de acuerdo con el IMPERATIVO CATEGÓRICO, que no es más que una forma de querer, una forma sin contenido moral concreto, que sin embargo, ha de confluir con la moral universal.


Para Kant, existen TRES POSIBLES ‘ACTITUDES DE LA VOLUNTAD HUMANA’:



-LA MALA: que no tiene en cuenta la ley autonómica de la ética.
-LA LEGAL: obra conforme a la ley ética, pero por respeto, no por otros motivos e inclinaciones.

-LA BUENA: actúa de acuerdo con la ley ética por deber, y ese ‘por deber’ es lo que constituye la voluntad moralmente buena.

LA FILOSOFÍA NECESITA INCORPORAR EL SABER DELA HISTORIA:


Después de dar respuesta a lo que debe ser la moralidad, Kant se pregunta por el destino del hombre. Para Kant, LA MORALIDAD presuponía LA INMORTALIDAD DEL ALMA, pero añadirá que también presupone HISTORIA con mayúscula, ya que ambas se fundamentan en la lucha por la Libertad. Kant considera que el individuo ha de desarrollarse o perfeccionarse moralmente y, para ello, toma en cuenta la convivencia en sociedad. La finalidad de la humanidad ha de darse únicamente en una constitución perfecta, en un Estado de ciudadanía mundial donde sea posible el desarrollo pleno de todas las capacidades humanas. Por mucha discordia, oposición o luchas que existan, a la humanidad no le queda más que construir lazos sociales con la que pueda superar la tendencia a la discordia, armonizando libertad y coerción. Del esfuerzo constante por superar la tensión que genera la insociable sociabilidad nace la «Libertad bajo leyes», única forma posible de libertad social, y también la cultura, el arte y el «más bello orden social», en donde la Sociedad se convierta en un «todo moral» y el mundo en un Estado en el que puedan desarrollarse todas las disposiciones naturales del hombre.


IV. LA CUESTIÓN TEOLÓGICA Y LOS POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA:


-OBJETO DE LOS POSTULADOS KANTIANOS: LIBERTAD, INMORTALIDAD Y DIOS.

 Como postulado entendemos la proposición evidente y no demostrable que hay que admitir si queremos explicar un hecho, en este caso el de la moralidad.

La exigencia moral de obrar por respeto al deber supone abarcar la Libertad; ya que podríamos elegir dejarnos llevar por nuestros deseos.


La inmortalidad del alma: pues la perfección es una tarea infinita, no se puede realizar en un tiempo finito, la perfección es la adecuación completa del alma con la ley moral.

La existencia de Dios: que viene a representar la concordancia entre moralidad y felicidad como bien supremo; así, en esta idea confluirían el modelo absoluto de perfección y causa la adecuada de Felicidad humana. No está en nuestras manos conseguir alcanzar la felicidad, sino merecerla y la única garantía de que la virtud alcance la felicidad merecida, está en la presuposición del supremo bien independiente, esto es la existencia de Dios.  

jueves, 5 de mayo de 2011

LA MODERNIDAD II: EL EMPIRISMO EN HUME

             DAVID HUME (1711-1776)


 Sé filósofo... Pero en medio de toda tu filosofía, sé hombre. “
"La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones"

INTRODUCCIÓN

David Hume (Edimburgo, 7 de mayo de 1711 – ibídem, 25 de agosto de 1776) fue un filósofo, economista e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la Ilustración de Reino Unido.
Durante el siglo XVII, en Inglaterra, se produce una lucha entre Parlamento y Monarquía se mantendrá hasta bien entrado el siglo XVIII.
En la Inglaterra del siglo XVII, comenzaban a cobrar importancia las tendencias antiabsolutistas y liberales en auge en Occidente, las cuales se vieron reforzadas en el Parlamento gracias al apoyo de la burguesía. Durante el reinado de Jaime I de Inglaterra comenzó una oposición parlamentaria que continuaría en el reinado de su sucesor Carlos I, momento en el que terminaría por abrirse una fisura entre el Parlamento y la Monarquía. El Parlamento solicitó al rey la restauración de sus libertades. Carlos I aceptó la petición, pero disolvería el parlamento y gobernaría sin él durante once años. Fue sólo hasta después del desastre financiero de las Guerras de los Obispos (1639-1640) que se vio forzado a convocar al Parlamento para que pudieran autorizar nuevos impuestos. El alejamiento entre Parlamento y Monarquía fue gradualmente incrementándose hasta el estallido de La Guerra Civil en 1642, que concluyó en 1651, y acarreó sucesos tan graves como la ejecución del monarca Carlos I en 1649. La República resultante, con Cromwell al frente, mantuvo el poder hasta la muerte de éste en 1660, que supuso la restauración de la Monarquía de los Estuardo. En 1688, se produjo lo que se conoce como La Gloriosa Revolución, con el derrocamiento de Jacobo II por parte de una unión de Parlamentarios y el príncipe holandés Guillermo III de Orange-Nassau. Este hecho supuso el paso de una monarquía absoluta a otra parlamentaria y constitucional en Reino Unido.

El pensador que nos ocupa, David Hume, se vio influenciado por este contexto político, así como por los albores del Empirismo, recibiendo como algunas de sus principales fuentes las teorías de Guillermo de Occam y Francis Bacon.

En primer lugar, Occam afirmaba que el conocimiento está en la experiencia del particular, individual y concreto, no en el universal, ya que racionalmente sólo podemos hablar de las cosas concretas de las que tenemos experiencia, pues son las únicas que conocemos; en tanto que, en segundo lugar, Bacon se basa en el método inductivo, que parte de la observación exhaustiva y metódica de hechos particulares, y considera que necesariamente ha de ser el único camino para asegurar el conocimiento.

Hume supone la culminación del Empirismo iniciado por Locke, del que adoptó algunos de sus principios básicos, como por ejemplo, el afán de depurar el conocimiento de todo prejuicio y superstición. Por otra parte, también recibe influencias de otros empiristas, como Hobbes o Berkeley, y de algunos ilustrados, como Diderot, D’ Alembert, Voltaire y Rousseau (su amigo). El empirismo radical de Hume, lo condujo al escepticismo y fue duramente criticado y rechazado. También tuvo efectos positivos, ya que ayudó a tener una posición más crítica y coherente respecto a las supuestas capacidades y posibilidades humanas del conocimiento.

I. EPISTEMOLOGÍA:

Hume adoptará el método propio de la ciencia o ley natural (IUSNATURALISMO) para desarrollar el problema epistemológico: toda hipótesis que se cree tiene que fundamentarse en la experiencia, es necesario utilizar el método experimental (influencia newtoniana).
Todas las ciencias, por el hecho de ser empíricas, aparecen vinculadas a la naturaleza humana, pues son parte de los conocimientos humanos. Hemos de asumir que cuando la razón cree descubrir verdades objetivas, éstas no son más que subjetivas y están justificadas por hábitos en función de los instintos del sujeto; por lo que razón e instinto entran en conflicto. El problema se soluciona cuando se reconoce que la razón no es más que una manifestación de la naturaleza instintiva del hombre.

No hay conocimiento válido, sino en la medida en que el análisis pueda reducirlo a la experiencia, de la cual es tomado. En Investigación sobre el entendimiento humano, se advierte que todas nuestras percepciones, como él las llamaba, se reducen en última instancia: a IMPRESIONES o a IDEAS. Estas dos categorías quedarán definidas del siguiente modo:
«Con el término impresión me refiero a nuestras más vívidas impresiones, cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menosvívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de las sensaciones anteriormente mencionadas». 
Más adelante precisa el concepto de las ideas, al decir:
«Una proposición que no parece admitir muchas disputas es que todas nuestras ideas no son nada excepto
copias de nuestras impresiones, o, en otras palabras, que nos resulta imposible pensar en nada que no
hayamos sentido con anterioridad, mediante nuestros sentidos externos o internos».

Esto constituye un aspecto importante del escepticismo de Hume, en cuanto que equivale a decir que no podemos tener la certeza de que una cosa como Dios, el alma o el yo, exista, a menos que podamos señalar la impresión de la cual esa idea se deriva. Esta sentencia choca de frente con las teorías de Descartes e, incluso, de Rousseau.

TEORÍA DE LA CAUSACIÓN:
 
 “La costumbre es la gran guía de la vida humana.”

Existen principios unificadores en las ideas simples que permiten la formación de ideas complejas, estos principios son la semejanza y la contigüidad correlacionadas en las coordenada tiempo/espacio en relación con la causa y el efecto. Esto es, el individuo no puede conocer o saber nada del Universo, sólo conoce sus propias impresiones e ideas y las relaciones que se establece entre ellas por hábito. No hay impresión alguna ni de la idea sustancia, ni del yo, ni del principio de causalidad.

Esta concepción desafía el sentido común al quitarle toda la fuerza a la causación, y otros humeanos posteriores, como Bertrand Russell, han desechado la misma noción de causación aduciendo que es un tipo de superstición. Pero «¿Qué justifica nuestra confianza en la existencia de una conexión causal y de qué clase de conexión podemos saber?», se pregunta Hume. Éste es un problema para el que no se ha hallado solución. Hume sostuvo que tanto el ser humano como el animal posee una tendencia instintiva a creer en la causación debido al desarrollo de hábitos de nuestro sistema nervioso, una creencia que no podemos eliminar, pero tampoco podemos probar mediante ningún argumento, deductivo o inductivo.

«No podría haber inferido de la transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de la luz y el calor del fuego que le consumiría» [En Investigación sobre el entendimiento humano.]

La inferencia inductiva presupone que se puede confiar en los actos pasados como regla a partir de la que se puede predecir el futuro. Por ejemplo, si en un determinado lugar cada año que se produce un exceso del 20% de lluvias, el río se desborda; entonces en el futuro probablemente seguirá desbordándose si se dan las mismas condiciones. Pero aún queda el problema de cómo justificar tal inferencia, conocida como el PRINCIPIO DE INDUCCIÓN. Hume enuncia dos impedimentos en cuanto la consideración del PRINCIPIO DE INDUCCIÓN como punto de partida del conocimiento:

1. La suposición, tomada como una necesidad lógica, de que el futuro debe parecerse al pasado. «Podemos concebir un mundo caótico y errante en el que el futuro no tiene nada que ver con el pasado; o bien un mundo como el nuestro hasta el presente, que llegado a un punto cambia totalmente. De este modo, no hay una necesidad lógica en el principio de inducción

2. El segundo impedimento tiene que ver con un razonamiento falaz que conduciría a error por ser circular en sí mismo; es decir, el hecho de que algo haya funcionado en la mayoría de las ocasiones, no garantiza que seguirá haciéndolo en el futuro. Se trataría de un razonamiento circular en un intento de justificar la inducción mediante la reiteración, lo que nos devuelve al punto de partida.

A pesar de la crítica a la inducción, Hume defenderá que el procedimiento inductivo es superior al deductivo en cuanto al pensamiento empírico se refiere:



«Esta operación de la mente, por la que podemos inferir los efectos de las causas y viceversa, es esencial para la subsistencia de todas las criaturas humanas, es probable que pueda confiarse más en ella que en las falacias de la deducción de nuestra razón, que es lenta en sus operaciones; no aparece en los primeros años de la infancia; y como mucho es, en cualquier edad y periodo de la vida humana, extremadamente proclive al error». [En Investigación sobre el entendimiento humano.]


RAZÓN PRÁCTICA: INSTRUMENTALISMO Y NIHILISMO:


Para Hume, la razón no es más que un instrumento para calcular de conceptos y experiencia. Lo que en definitiva importa es cómo nos sentimos respecto a la conducta. Su trabajo se asocia con la doctrina del INSTRUMENTALISMO, que dice que una acción es razonable si, y sólo si, sirve para alcanzar las propios deseos, sean los que sean. Así, en este punto, su pensamiento se presenta como en una suma teleológica, pero jamás juzgará dirá qué metas y deseos debe plantearse el ser humano como objetivo a apuntar en esa diana o fin último. De este modo, se deriva que Hume fue un paso más allá en la suma teleológica aristotélica, incluso hasta adentrarse en el nihilismo, pues advirtió que

«No había nada irracional en frustrar los propios deseos y metas. Tal conducta sería anormal, pero no 
 sería contraria a la razón.» [En Investigación sobre el entendimiento humano.]

CRITICA DE LA SUSTANCIA: Es una idea compleja fruto de la asociación de ideas. Hume afirmará que toda idea a la que no pueda señalársele la impresión de la que deriva, carece de valor, y la sustancia no puede remitirse a ninguna impresión. La sustancia no se diferencia de los accidentes, sino que es una colección de ellos, es decir, no es más que una idea compleja que agrupa distintas cualidades.
CRÍTICA DEL YO: «El Yo es una idea compleja formada por la agrupación de sucesivos estados de conciencia». La idea de yo, no es, pues, ninguna impresión ni idea simple sólo un conjunto de diferentes percepciones. No hay evidencia de nuestro Yo, si tuviésemos una impresión de nuestro Yo, dicha impresión debería permanecer constante a lo largo de nuestra vida. Pero en lugar de eso, lo que ocurre es que el dolor, el placer, la tristeza, la alegría, las pasiones y las sensaciones se suceden constantemente unas a otras en nuestro propio Yo y nunca se dan todas a la vez. Luego la idea del Yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones.

Hume distingue dos tipos de proposiciones: PROPOSICIONES REFERENTES a relaciones de ideas y las PROPOSICIONES FÁCTICAS, que enuncian asuntos de hecho. Las primeras son de carácter formal, por ejemplo las matemáticas, son demostrativas y no necesitan recurrir a la experiencia (pensemos en el teorema de Pitágoras), son necesarias y su contradicción es imposible; pues, aunque no hubiese ningún triángulo en la naturaleza, siempre se va a manifestar esa forma. Se pude tener conocimiento de esas ideas sin recurrir a las impresiones, gracias a la ley de semejanza, se descubren por el propio proceso del pensamiento dado que no son más que definiciones. LAS PROPOSICIONES FÁCTICAS (cuestiones de hecho) describen los fenómenos empíricos del mundo natural, su verdad no se puede demostrar racionalmente y su contradicción es posible, de modo que se trata de proposiciones falsables: no pueden ser demostradas como las relaciones de ideas, pero si probadas experimentalmente.; de ahí su carácter probable. De este modo, la naturaleza de estas proposiciones es distinta a la anterior, dado que los argumentos de las proposiciones fácticas se basan en la relación causa y efecto (el fuego quema), gracias a ello podemos superar nuestra experiencia del presente.

CRÍTICA DEL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD: Este principio establece una relación entre causa y efecto. No obstante, el principio de causalidad no consta de PROPOSICIONES REFERENTES NI FÁCTICAS, no se trata de una relación de ideas ni una cuestión de hecho. No enuncia una relación de ideas porque se refiere a ideas distintas que pueden separarse, al menos mentalmente, sin caer en contradicción: Causa y efecto, causa y comienzo de existencia son ideas distintas y se puede concebir una sin la otra. Tampoco se trataría de una cuestión de hecho, porque en el proceso causal hay una relación de contigüidad en el espacio y en el tiempo entre un fenómeno efectuado y su causa; así como también guardará una serie infinita de relaciones cada causa con su causante. Hume ilustra esta argumentación con su famoso ejemplo del choque de dos bolas de billar. Cuando una bola de billar choca con otra, se dan tres circunstancias observables en el proceso causal, la contigüidad espacio temporal, la prioridad de la causa sobre el efecto, y el hecho de que una se da con la otra. No obstante, el principio de causalidad establece algo más, y de aquí deviene el error, pues se habla de la vinculación necesaria del efecto y la causa, y -advierte Hume- de esto no hay garantía alguna. El hecho de que hasta el momento, una causa haya siempre tenido el mismo efecto, de ninguna manera garantiza que de este punto en adelante no pueda producirse un efecto nuevo, desconocido o fuera de lo normalizado. La explicación a tal deducción falaz es que nuestro proceso mental está sistematizado por la costumbre como si de una fuerza similar a la inercia se tratara; de manera que el sistema de procesar basado en causa-efecto no es una ley natural sino una ley psicológica.

En conclusión, lo único que se puede afirmar como punto de partida del conocimiento es que lo que existen son nuestras impresiones; no así una realidad exterior corpórea que las corroboren; pues la realidad está más allá de las impresiones susceptibles de percibir por el hombre, de modo que éste no tiene experiencia alguna de ella. De lo que deviene que:


«No tenemos ninguna impresión de Dios y no sabemos de dónde procede su idea, ya que sería ir más allá de nuestras impresiones y éstas son el límite de nuestro conocimiento.»
[En Investigación sobre el entendimiento humano.]


Las coordenadas de espacio y tiempo no son impresiones, tan sólo son instrumentos de orden. El espacio es la coexistencia de impresiones y el tiempo la sucesión de las mismas; por tanto no existen con independencia del sujeto. Si nada puede saberse de la sustancia, de la causalidad, de Dios ni del yo, ni de nada de lo que está más allá de nuestra conciencia -guiada por nuestras impresiones-, toda realidad se reduce a meros fenómenos, que percibimos a modo de impresión y procesamos. Por este motivo, se ha venido a determinar que el empirismo de Hume nos instala en el escepticismo.
 

II. MORAL Y SOCIEDAD:

Hume elabora un análisis buscando las cualidades que hacen a los individuos poseedores de una gran estima. Y distingue diversas cualidades valiosas clasificadas de la siguiente manera: Para la comunidad, la BENEVOLENCIA y la JUSTICIA. Para uno mismo, la INTELIGENCIA y la FUERZA DE VOLUNTAD. Para los demás MODESTIA, CORTESÍA, INGENIO. Por lo que considera que el agrado es el fundamento de la estimabilidad.
No obstante, Hume considera que no únicamente el Hedonismo (agrado) ha de ser el fundamento de la moral, también lo ha de ser la razón. Ambas se relacionan de la siguiente manera. La moral no ha de apoyarse únicamente en el sentimiento, sino que la razón tiene que servir de árbitro en los conflictos morales. La rectitud moral de nuestras acciones es objeto de razonamiento y no meramente de preferencia sentimental. El individuo vive en sociedad y lo que fundamenta la valoración moral de las cualidades personales es la utilidad social. Y considera que una de las cualidades más importantes es la OBEDIENCIA, sin la cual la sociedad no podría subsistir.

Para Hume las pasiones se encuentran por encima de la razón, por lo que ellas son las rectoras de nuestra voluntad. La razón no sirve más que para justificarnos ante nosotros mismos y ante los demás a raíz de nuestras acciones. Dicho esto, para Hume, nunca podrá plantearse un conflicto entre la razón y la pasión. La moralidad es una cuestión de hecho o FÁCTICA. Los juicios pueden ser verdaderos o falsos, pero no así las distinciones morales, que son meramente impresiones. La esencia de la moralidad está constituida por lo útil y lo agradable y se funda en la benevolencia. Para Hume, conceptos como BUENO versus MALO no son racionales; sino que nacen de una preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, desde el punto de vista de este pensador, es la benevolencia, que es un interés generoso por el bienestar general de la sociedad.
De este modo, se deduce que, para Hume, la razón sólo puede juzgar sobre fácticas o cuestiones de hecho o sobre relaciones entre estas cuestiones. Pero el carácter de buena o mala acción no es un hecho objetivo. Si el razonamiento no es una cuestión fáctica, menos aún lo serán los juicios de valor; pues tampoco podrían jamás derivarse de juicios acerca de cuestiones de hecho. Ejemplo:      


1. TODOS LOS LÍDERES DEBEN SER CRUELES.
2. TODOS LOS LEONES SON LÍDERES EN EL REINO ANIMAL.
3. POR LO TANTO, TODOS LOS LEONES DEBEN SER CRUELES EN EL REINO ANIMAL.

    
A juicio de Hume, este paso ilegítimo del SER al DEBER SER es la falacia que comenten la mayor parte de los sistemas morales. (La crítica de Hume a este tipo de falacias recibe el nombre de “GUILLOTINA DE HUME”).

Así, aunque las normas morales no puedan derivarse lógicamente de los juicios acerca de los hechos, es necesario recurrir a ellos para procesar y comprender su existencia, así como su necesidad social; si bien esto no quiere decir que [apoyarse en los hechos] baste para justificar la validez de nuestros juicios.

En cuanto al ASPECTO SOCIO-POLÍTICO, Hume examina las tesis del PACTO SOCIAL en que se basa el CONTRACTUALISMO [1]* y las considera verdaderas en cuanto que sitúa en el pueblo el origen del poder, y en cuanto que afirma que «los hombres cambian su LIBERTAD NATURAL por las leyes para obtener paz y orden; es decir, por SEGURIDAD.» Dadas estas premisas, el fundamento de la sumisión al Gobierno reside en el interés individual; es decir, en los beneficios que de ello saca el individuo. No obstante, al margen de la utopía teórica, Hume insiste en la necesidad de hacer notar que la experiencia nos muestra que la mayoría de los Gobiernos y Estados nacen de la conquista, revoluciones o usurpaciones en nombre del propio interés personal de los gobernantes.

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[1] EL CONTRACTUALISMO: El contrato social es una convención entre individuos en la que deciden renunciar a ciertos derechos naturales para constituirse en sujetos de derechos civiles. Los orígenes de la teoría contractualista hay que buscarlos ya en la Filosofía sofistas, en concreto en Protágoras, si bien de una manera un tanto primitiva: será en el Renacimiento y, posteriormente, en la época moderna cuando reaparezca con todo su esplendor defendido por pensadores como Nicolás Maquiavelo y, más tarde, Hobbes, Locke y Rousseau.

TEXTOS DAVID HUME PARA SELECTIVIDAD

SECCIÓN VII. SOBRE LA IDEA DE CONEXIÓN NECESARIA. (PARTE II)


TEXTO I


[ESTA PARTE SEGUNDA TRATA SOBRE LA IDEA DE CAUSALIDAD]


[LA CONEXIÓN NECESARIA ENTRE CAUSA Y EFECTO]


[OBSERVEMOS QUE UN ACONTECIMIENTO SIGUE A OTRO, PERO NO O EL VÍNCULO ENTRE AMBOS]


No obstante, para alcanzar con prontitud una conclusión sobre este argumento, que ya ha llegado demasiado lejos, hemos buscado en vano la idea de poder o conexión necesaria en todas las fuentes de las que podríamos suponer que derivara. Aparentemente, en los casos particulares de la operación de los cuerpos, no podemos descubrir, ni mediante el más celoso examen, nada que no sea que un evento sigue a otro, sin llegar a identificar ninguna fuerza o poder por el que opera la causa, ni ninguna conexión entre ésta y su supuesto efecto. La misma dificultad se da al contemplar las operaciones de la mente sobre el cuerpo, donde observamos que el movimiento de este último se sigue de la volición de la primera pero somos incapaces de observar o concebir el vínculo que une el movimiento y la volición, o la energía por la que la mente produce este efecto. La autoridad de la voluntad sobre sus propias facultades e ideas no es ni un ápice más comprensible. De ahí que, en su conjunto, en toda la naturaleza no aparece ni un solo caso de conexión que nos sea concebible. Todos los eventos parecen estar completamente sueltos y separados. Un evento sigue al otro, pero nunca podemos observar ningún vínculo entre ellos. Parecen estar unidos pero nunca conectados. Y como no podemos hacernos ninguna idea de nada que no haya aparecido nunca ante nuestro sentido externo o sentimiento interno, necesariamente la conclusión parece ser que no tenemos idea alguna de la conexión o el poder, y que estas palabras no tienen absolutamente ningún significado cuando las empleamos tanto en los razonamientos filosóficos como en la vida ordinaria.


TEXTO II


[SE SUPONE LA CONEXIÓN DE UN ACONTECIMIENTO (CAUSA) A OTRO (EFECTO)]


Sin embargo, aún existe un método para evitar esta conclusión, y una fuente que todavía no hemos examinado. Cuando se nos presenta cualquier evento u objeto natural, nos es imposible, a pesar de nuestra sagacidad o capacidad de penetración, descubrir, o siquiera conjeturar, sin la experiencia, qué evento resultará de ello, y también llevar nuestra previsión más allá del objeto que se presenta de manera inmediata a la memoria y los sentidos. Incluso después de un caso o experimento donde hemos observado que determinado evento sigue a otro, no podemos formular una regla general, ni predecir lo que ocurrirá en casos similares; siendo justo considerar una temeridad imperdonable juzgar el conjunto del devenir de la naturaleza a partir de un solo experimento, por preciso o infalible que éste sea. Pero cuando una especie determinada de evento ha estado siempre, en todos los casos, unida a otra, dejamos de tener escrúpulos a la hora de predecir uno por la aparición del otro, y de utilizar ese razonamiento, el único que puede confirmarnos cualquier estado de los hechos o de la existencia. Entonces llamamos a un objeto causa y al otro, efecto. Suponemos que existe alguna conexión entre ellos, algún poder en la una para producir de manera infalible el otro, y que opera con la mayor de las certezas y la más poderosa de las necesidades.


TEXTO III


[LA REPETICIÓN DE CAOS POR COSTUMBRE Y HÁBITO HACE QUE ‘SINTAMOS’ LA CONEXIÓN]


[UN EJEMPLO DE ESTO ES EL CASO DE LAS BOLAS DE BILLAR]


Así, aparentemente, esta idea de conexión necesaria entre eventos surge de una serie de casos similares que se dan por la conjunción constante de dichos eventos; no porque esa idea pueda ser sugerida nunca por ninguno de estos casos, aunque se examinen bajo todas las luces y posiciones posibles. Sin embargo, en un numero determinado de casos no hay nada distinto de cada caso particular que se suponga que sea exactamente similar; salvo, únicamente, que tras una repetición de casos similares la mente se deja llevar por el hábito: ante la aparición de un evento, espera su habitual seguimiento, y cree que existirá. Esta conexión, por tanto, que sentimos en la mente, esta transición rutinaria de la imaginación desde un objeto a su normal seguimiento, es el sentimiento o la impresión de la que formamos la idea de poder o conexión necesaria. No hay nada más en el caso. Contemplemos el tema desde todos los lados; no encontraremos nunca ningún otro origen a esa idea. Ésta es la única diferencia que existe entre un caso, del que nunca podemos recibir la idea de conexión, y una serie de casos similares, que la sugieren. La primera vez que el hombre vio la comunicación del movimiento a través del impulso, como cuando chocan dos bolas de billar, no pudo decir que un evento estaba conectado al otro; sino tan solo que uno estaba unido al otro. Tras haber observado varios casos de la misma naturaleza, entonces es cuando dice que están conectados. ¿Qué ha cambiado para que surja esta nueva idea de conexión? Nada, salvo que él ahora siente que estos eventos están conectados en su imaginación, y que puede predecir al punto la existencia de uno de la aparición del otro. Así pues, cuando decimos que un objeto está conectado a otro, sólo significamos que han adquirido una conexión en nuestro pensamiento, y que da lugar a esta inferencia por la que cada uno se convierte en la prueba de la existencia del otro. Una conclusión un tanto sorprendente, aunque parezca fundamentada en suficientes pruebas, pruebas que no quedarán debilitadas por ninguna desconfianza general del entendimiento, o sospecha escéptica relativa a toda conclusión que sea nueva y extraordinaria. No existen conclusiones más gratas para el escepticismo que aquellas que hacen descubrimientos relativos a la debilidad y las limitaciones de la razón y la capacidad humana.


 TEXTO IV


[DEBILIDAD DEL ENTENDIMIENTO, SUS LÍMITES]


[LA CAUSALIDAD ES EL FUNDAMENTO DE NUESTROS RAZONAMIENTOS]


[DEFINICIÓN DE CAUSA]


Y qué caso más fuerte puede hallarse de la sorprendente ignorancia y debilidad del entendimiento que el presente. Pues si existe alguna relación entre los objetos que nos importe conocer a la perfección es, indudablemente, la de causa y efecto. Sobre ella se fundamentan todos nuestros razonamientos relativos a las cuestiones de hecho o de existencia. Sólo por ella tenemos alguna seguridad relativa a los objetos que no se encuentran en el testimonio presente de nuestra memoria y sentidos. La única utilidad inmediata de todas las ciencias es la de enseñarnos a controlar y regular los eventos futuros mediante sus causas. Por lo tanto, a cada momento, nuestros pensamientos e investigaciones se emplean en esta relación. Y sin embargo, las ideas que sobre esto formamos son tan imperfectas que es imposible dar ninguna definición justa de la causa, salvo la que se extrae de algo extraño y ajeno a ella. Objetos similares siempre están unidos a lo similar. De esto tenemos experiencia. De acuerdo a esta experiencia, por tanto, podemos definir que una causa puede ser un objeto, seguido de otro, y donde todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al segundo. O en otras palabras, donde, si el primer objeto no se diera, el segundo nunca habría existido.


La aparición de una causa siempre confiere a la mente, mediante una transición de la costumbre, la idea del efecto. De esto también tenemos experiencia. Podemos, por tanto, y de acuerdo a esta experiencia, formar otra definición de causa, y llamarla, un objeto seguido de otro, y cuya apariencia siempre conduce al pensamiento del este último.


[EJEMPLO: CUERDA/RUIDO. UNA COSA SIGUE A LA OTRA, DE AHÍ QUE HABLEMOS DE CONEXIÓN ENTRE AMBAS]


Pero aunque estas dos definiciones se extraigan de circunstancias ajenas a la causa, no podemos remediar este inconveniente, ni alcanzar una definición más perfecta que pueda señalar en la causa la circunstancia que le dé una conexión con su efecto. No tenemos idea alguna sobre esta conexión, ni siquiera una lejana noción de qué es lo que podemos conocer cuando nos proponemos averiguar cuál es su concepción. Decimos, por ejemplo, que la vibración de esta cuerda es la causa de este sonido particular. ¿Y qué queremos decir con esta afirmación? O bien que ésta vibración es seguida por este sonido, y que todas las vibraciones similares han sido seguidas por sonidos similares; o que esta vibración es seguida por este sonido, y que por la aparición de una la mente anticipa los sentidos formando de manera inmediata una idea de la otra. Podemos considerar la relación de causa y efecto bajo cualquiera de estas dos luces; pero más allá no tenemos idea de ella.


TEXTO V


[EN RESUMEN:


a) LA IDEA ES COPIA DE UNA IMPRESIÓN,


b) B) CAUSA Y CONEXIÓN. EL RESTO ES RETÓRICA]


Recapitulando, así pues, los razonamientos de esta sección: Toda idea está copiada de alguna impresión o sentimiento que la precede, y allí donde no podamos hallar ninguna impresión, podemos tener la certeza de que no existirá ninguna idea. En todos los casos particulares de la operación de cuerpos o mentes, no existe nada que produzca ninguna impresión, por lo que consecuentemente no puede sugerir ninguna idea de poder o conexión necesaria. Sin embargo, cuando aparecen muchos casos uniformes y el mismo objeto es siempre seguido por el mismo evento, entonces empezamos a tener la noción de causa y conexión. Entonces sentimos una nueva emoción o impresión, a saber, una conexión, por costumbre, en el pensamiento o la imaginación, entre un objeto y su habitual seguimiento; y esta emoción es el original de aquella idea que estamos buscando. Pues como esta idea surge de una serie de casos similares, y no de ningún caso único, debe surgir de esa circunstancia en la que la serie de casos difieren de todo caso individual. Pero esta conexión de la costumbre o transición de la imaginación es la única circunstancia en que difieren. En todo particular restante son similares. El primer caso que vimos del movimiento comunicado por el choque entre dos bolas de billar (para volver a este claro ejemplo) es exactamente similar a cualquier caso que pueda, ahora, ocurrir ante nosotros; salvo tan solo que, no pudiéramos, en un principio, inferir un evento del otro; lo que sí podemos hacer ahora, después de un devenir tan largo de experiencia uniforme. No sé si el lector aprehenderá al punto este razonamiento. Temo que, si multiplicara las palabras, o si lo lanzara bajo una mayor variedad de luces, éste acabaría siendo más oscuro e intrincado. En todo razonamiento abstracto existe un punto de vista que, si conseguimos dar con él, nos llevará más lejos a la hora de ilustrar el tema que toda la elocuencia y las palabras del mundo. Es este punto de vista lo que nos proponemos alcanzar, reservando las flores de la retórica para las materias más aptas para ella.


[Hume, Investigación sobre el entendimiento humano. Sección 7, parte 2. Edición. Istmo]