DAVID HUME (1711-1776)
Sé filósofo... Pero en medio de toda tu filosofía, sé hombre. “ "La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones" |
INTRODUCCIÓN
David Hume (Edimburgo, 7 de mayo de 1711 – ibídem, 25 de agosto de 1776) fue un filósofo, economista e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la Ilustración de Reino Unido.
Durante el siglo XVII, en Inglaterra, se produce una lucha entre Parlamento y Monarquía se mantendrá hasta bien entrado el siglo XVIII.
En la Inglaterra del siglo XVII, comenzaban a cobrar importancia las tendencias antiabsolutistas y liberales en auge en Occidente, las cuales se vieron reforzadas en el Parlamento gracias al apoyo de la burguesía. Durante el reinado de Jaime I de Inglaterra comenzó una oposición parlamentaria que continuaría en el reinado de su sucesor Carlos I, momento en el que terminaría por abrirse una fisura entre el Parlamento y la Monarquía. El Parlamento solicitó al rey la restauración de sus libertades. Carlos I aceptó la petición, pero disolvería el parlamento y gobernaría sin él durante once años. Fue sólo hasta después del desastre financiero de las Guerras de los Obispos (1639-1640) que se vio forzado a convocar al Parlamento para que pudieran autorizar nuevos impuestos. El alejamiento entre Parlamento y Monarquía fue gradualmente incrementándose hasta el estallido de La Guerra Civil en 1642, que concluyó en 1651, y acarreó sucesos tan graves como la ejecución del monarca Carlos I en 1649. La República resultante, con Cromwell al frente, mantuvo el poder hasta la muerte de éste en 1660, que supuso la restauración de la Monarquía de los Estuardo. En 1688, se produjo lo que se conoce como La Gloriosa Revolución, con el derrocamiento de Jacobo II por parte de una unión de Parlamentarios y el príncipe holandés Guillermo III de Orange-Nassau. Este hecho supuso el paso de una monarquía absoluta a otra parlamentaria y constitucional en Reino Unido.
El pensador que nos ocupa, David Hume, se vio influenciado por este contexto político, así como por los albores del Empirismo, recibiendo como algunas de sus principales fuentes las teorías de Guillermo de Occam y Francis Bacon.
En primer lugar, Occam afirmaba que el conocimiento está en la experiencia del particular, individual y concreto, no en el universal, ya que racionalmente sólo podemos hablar de las cosas concretas de las que tenemos experiencia, pues son las únicas que conocemos; en tanto que, en segundo lugar, Bacon se basa en el método inductivo, que parte de la observación exhaustiva y metódica de hechos particulares, y considera que necesariamente ha de ser el único camino para asegurar el conocimiento.
Hume supone la culminación del Empirismo iniciado por Locke, del que adoptó algunos de sus principios básicos, como por ejemplo, el afán de depurar el conocimiento de todo prejuicio y superstición. Por otra parte, también recibe influencias de otros empiristas, como Hobbes o Berkeley, y de algunos ilustrados, como Diderot, D’ Alembert, Voltaire y Rousseau (su amigo). El empirismo radical de Hume, lo condujo al escepticismo y fue duramente criticado y rechazado. También tuvo efectos positivos, ya que ayudó a tener una posición más crítica y coherente respecto a las supuestas capacidades y posibilidades humanas del conocimiento.
I. EPISTEMOLOGÍA:
Hume adoptará el método propio de la ciencia o ley natural (IUSNATURALISMO) para desarrollar el problema epistemológico: toda hipótesis que se cree tiene que fundamentarse en la experiencia, es necesario utilizar el método experimental (influencia newtoniana).
Todas las ciencias, por el hecho de ser empíricas, aparecen vinculadas a la naturaleza humana, pues son parte de los conocimientos humanos. Hemos de asumir que cuando la razón cree descubrir verdades objetivas, éstas no son más que subjetivas y están justificadas por hábitos en función de los instintos del sujeto; por lo que razón e instinto entran en conflicto. El problema se soluciona cuando se reconoce que la razón no es más que una manifestación de la naturaleza instintiva del hombre.
No hay conocimiento válido, sino en la medida en que el análisis pueda reducirlo a la experiencia, de la cual es tomado. En Investigación sobre el entendimiento humano, se advierte que todas nuestras percepciones, como él las llamaba, se reducen en última instancia: a IMPRESIONES o a IDEAS. Estas dos categorías quedarán definidas del siguiente modo:
«Con el término impresión me refiero a nuestras más vívidas impresiones, cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menosvívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de las sensaciones anteriormente mencionadas».
«Con el término impresión me refiero a nuestras más vívidas impresiones, cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menosvívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de las sensaciones anteriormente mencionadas».
Más adelante precisa el concepto de las ideas, al decir:
«Una proposición que no parece admitir muchas disputas es que todas nuestras ideas no son nada excepto
copias de nuestras impresiones, o, en otras palabras, que nos resulta imposible pensar en nada que no
hayamos sentido con anterioridad, mediante nuestros sentidos externos o internos».
Esto constituye un aspecto importante del escepticismo de Hume, en cuanto que equivale a decir que no podemos tener la certeza de que una cosa como Dios, el alma o el yo, exista, a menos que podamos señalar la impresión de la cual esa idea se deriva. Esta sentencia choca de frente con las teorías de Descartes e, incluso, de Rousseau.
TEORÍA DE LA CAUSACIÓN:
Existen principios unificadores en las ideas simples que permiten la formación de ideas complejas, estos principios son la semejanza y la contigüidad correlacionadas en las coordenada tiempo/espacio en relación con la causa y el efecto. Esto es, el individuo no puede conocer o saber nada del Universo, sólo conoce sus propias impresiones e ideas y las relaciones que se establece entre ellas por hábito. No hay impresión alguna ni de la idea sustancia, ni del yo, ni del principio de causalidad.
Esta concepción desafía el sentido común al quitarle toda la fuerza a la causación, y otros humeanos posteriores, como Bertrand Russell, han desechado la misma noción de causación aduciendo que es un tipo de superstición. Pero «¿Qué justifica nuestra confianza en la existencia de una conexión causal y de qué clase de conexión podemos saber?», se pregunta Hume. Éste es un problema para el que no se ha hallado solución. Hume sostuvo que tanto el ser humano como el animal posee una tendencia instintiva a creer en la causación debido al desarrollo de hábitos de nuestro sistema nervioso, una creencia que no podemos eliminar, pero tampoco podemos probar mediante ningún argumento, deductivo o inductivo.
«No podría haber inferido de la transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de la luz y el calor del fuego que le consumiría» [En Investigación sobre el entendimiento humano.]
«No podría haber inferido de la transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de la luz y el calor del fuego que le consumiría» [En Investigación sobre el entendimiento humano.]
La inferencia inductiva presupone que se puede confiar en los actos pasados como regla a partir de la que se puede predecir el futuro. Por ejemplo, si en un determinado lugar cada año que se produce un exceso del 20% de lluvias, el río se desborda; entonces en el futuro probablemente seguirá desbordándose si se dan las mismas condiciones. Pero aún queda el problema de cómo justificar tal inferencia, conocida como el PRINCIPIO DE INDUCCIÓN. Hume enuncia dos impedimentos en cuanto la consideración del PRINCIPIO DE INDUCCIÓN como punto de partida del conocimiento:
1. La suposición, tomada como una necesidad lógica, de que el futuro debe parecerse al pasado. «Podemos concebir un mundo caótico y errante en el que el futuro no tiene nada que ver con el pasado; o bien un mundo como el nuestro hasta el presente, que llegado a un punto cambia totalmente. De este modo, no hay una necesidad lógica en el principio de inducción.»
2. El segundo impedimento tiene que ver con un razonamiento falaz que conduciría a error por ser circular en sí mismo; es decir, el hecho de que algo haya funcionado en la mayoría de las ocasiones, no garantiza que seguirá haciéndolo en el futuro. Se trataría de un razonamiento circular en un intento de justificar la inducción mediante la reiteración, lo que nos devuelve al punto de partida.
A pesar de la crítica a la inducción, Hume defenderá que el procedimiento inductivo es superior al deductivo en cuanto al pensamiento empírico se refiere:
«Esta operación de la mente, por la que podemos inferir los efectos de las causas y viceversa, es esencial para la subsistencia de todas las criaturas humanas, es probable que pueda confiarse más en ella que en las falacias de la deducción de nuestra razón, que es lenta en sus operaciones; no aparece en los primeros años de la infancia; y como mucho es, en cualquier edad y periodo de la vida humana, extremadamente proclive al error». [En Investigación sobre el entendimiento humano.]
RAZÓN PRÁCTICA: INSTRUMENTALISMO Y NIHILISMO:
Para Hume, la razón no es más que un instrumento para calcular de conceptos y experiencia. Lo que en definitiva importa es cómo nos sentimos respecto a la conducta. Su trabajo se asocia con la doctrina del INSTRUMENTALISMO, que dice que una acción es razonable si, y sólo si, sirve para alcanzar las propios deseos, sean los que sean. Así, en este punto, su pensamiento se presenta como en una suma teleológica, pero jamás juzgará dirá qué metas y deseos debe plantearse el ser humano como objetivo a apuntar en esa diana o fin último. De este modo, se deriva que Hume fue un paso más allá en la suma teleológica aristotélica, incluso hasta adentrarse en el nihilismo, pues advirtió que
«No había nada irracional en frustrar los propios deseos y metas. Tal conducta sería anormal, pero no
sería contraria a la razón.» [En Investigación sobre el entendimiento humano.]
CRITICA DE LA SUSTANCIA: Es una idea compleja fruto de la asociación de ideas. Hume afirmará que toda idea a la que no pueda señalársele la impresión de la que deriva, carece de valor, y la sustancia no puede remitirse a ninguna impresión. La sustancia no se diferencia de los accidentes, sino que es una colección de ellos, es decir, no es más que una idea compleja que agrupa distintas cualidades.
CRÍTICA DEL YO: «El Yo es una idea compleja formada por la agrupación de sucesivos estados de conciencia». La idea de yo, no es, pues, ninguna impresión ni idea simple sólo un conjunto de diferentes percepciones. No hay evidencia de nuestro Yo, si tuviésemos una impresión de nuestro Yo, dicha impresión debería permanecer constante a lo largo de nuestra vida. Pero en lugar de eso, lo que ocurre es que el dolor, el placer, la tristeza, la alegría, las pasiones y las sensaciones se suceden constantemente unas a otras en nuestro propio Yo y nunca se dan todas a la vez. Luego la idea del Yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones.
Hume distingue dos tipos de proposiciones: PROPOSICIONES REFERENTES a relaciones de ideas y las PROPOSICIONES FÁCTICAS, que enuncian asuntos de hecho. Las primeras son de carácter formal, por ejemplo las matemáticas, son demostrativas y no necesitan recurrir a la experiencia (pensemos en el teorema de Pitágoras), son necesarias y su contradicción es imposible; pues, aunque no hubiese ningún triángulo en la naturaleza, siempre se va a manifestar esa forma. Se pude tener conocimiento de esas ideas sin recurrir a las impresiones, gracias a la ley de semejanza, se descubren por el propio proceso del pensamiento dado que no son más que definiciones. LAS PROPOSICIONES FÁCTICAS (cuestiones de hecho) describen los fenómenos empíricos del mundo natural, su verdad no se puede demostrar racionalmente y su contradicción es posible, de modo que se trata de proposiciones falsables: no pueden ser demostradas como las relaciones de ideas, pero si probadas experimentalmente.; de ahí su carácter probable. De este modo, la naturaleza de estas proposiciones es distinta a la anterior, dado que los argumentos de las proposiciones fácticas se basan en la relación causa y efecto (el fuego quema), gracias a ello podemos superar nuestra experiencia del presente.
CRÍTICA DEL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD: Este principio establece una relación entre causa y efecto. No obstante, el principio de causalidad no consta de PROPOSICIONES REFERENTES NI FÁCTICAS, no se trata de una relación de ideas ni una cuestión de hecho. No enuncia una relación de ideas porque se refiere a ideas distintas que pueden separarse, al menos mentalmente, sin caer en contradicción: Causa y efecto, causa y comienzo de existencia son ideas distintas y se puede concebir una sin la otra. Tampoco se trataría de una cuestión de hecho, porque en el proceso causal hay una relación de contigüidad en el espacio y en el tiempo entre un fenómeno efectuado y su causa; así como también guardará una serie infinita de relaciones cada causa con su causante. Hume ilustra esta argumentación con su famoso ejemplo del choque de dos bolas de billar. Cuando una bola de billar choca con otra, se dan tres circunstancias observables en el proceso causal, la contigüidad espacio temporal, la prioridad de la causa sobre el efecto, y el hecho de que una se da con la otra. No obstante, el principio de causalidad establece algo más, y de aquí deviene el error, pues se habla de la vinculación necesaria del efecto y la causa, y -advierte Hume- de esto no hay garantía alguna. El hecho de que hasta el momento, una causa haya siempre tenido el mismo efecto, de ninguna manera garantiza que de este punto en adelante no pueda producirse un efecto nuevo, desconocido o fuera de lo normalizado. La explicación a tal deducción falaz es que nuestro proceso mental está sistematizado por la costumbre como si de una fuerza similar a la inercia se tratara; de manera que el sistema de procesar basado en causa-efecto no es una ley natural sino una ley psicológica.
En conclusión, lo único que se puede afirmar como punto de partida del conocimiento es que lo que existen son nuestras impresiones; no así una realidad exterior corpórea que las corroboren; pues la realidad está más allá de las impresiones susceptibles de percibir por el hombre, de modo que éste no tiene experiencia alguna de ella. De lo que deviene que:
«No tenemos ninguna impresión de Dios y no sabemos de dónde procede su idea, ya que sería ir más allá de nuestras impresiones y éstas son el límite de nuestro conocimiento.»
[En Investigación sobre el entendimiento humano.]
Las coordenadas de espacio y tiempo no son impresiones, tan sólo son instrumentos de orden. El espacio es la coexistencia de impresiones y el tiempo la sucesión de las mismas; por tanto no existen con independencia del sujeto. Si nada puede saberse de la sustancia, de la causalidad, de Dios ni del yo, ni de nada de lo que está más allá de nuestra conciencia -guiada por nuestras impresiones-, toda realidad se reduce a meros fenómenos, que percibimos a modo de impresión y procesamos. Por este motivo, se ha venido a determinar que el empirismo de Hume nos instala en el escepticismo.
II. MORAL Y SOCIEDAD:
Hume elabora un análisis buscando las cualidades que hacen a los individuos poseedores de una gran estima. Y distingue diversas cualidades valiosas clasificadas de la siguiente manera: Para la comunidad, la BENEVOLENCIA y la JUSTICIA. Para uno mismo, la INTELIGENCIA y la FUERZA DE VOLUNTAD. Para los demás MODESTIA, CORTESÍA, INGENIO. Por lo que considera que el agrado es el fundamento de la estimabilidad.
No obstante, Hume considera que no únicamente el Hedonismo (agrado) ha de ser el fundamento de la moral, también lo ha de ser la razón. Ambas se relacionan de la siguiente manera. La moral no ha de apoyarse únicamente en el sentimiento, sino que la razón tiene que servir de árbitro en los conflictos morales. La rectitud moral de nuestras acciones es objeto de razonamiento y no meramente de preferencia sentimental. El individuo vive en sociedad y lo que fundamenta la valoración moral de las cualidades personales es la utilidad social. Y considera que una de las cualidades más importantes es la OBEDIENCIA, sin la cual la sociedad no podría subsistir.
Para Hume las pasiones se encuentran por encima de la razón, por lo que ellas son las rectoras de nuestra voluntad. La razón no sirve más que para justificarnos ante nosotros mismos y ante los demás a raíz de nuestras acciones. Dicho esto, para Hume, nunca podrá plantearse un conflicto entre la razón y la pasión. La moralidad es una cuestión de hecho o FÁCTICA. Los juicios pueden ser verdaderos o falsos, pero no así las distinciones morales, que son meramente impresiones. La esencia de la moralidad está constituida por lo útil y lo agradable y se funda en la benevolencia. Para Hume, conceptos como BUENO versus MALO no son racionales; sino que nacen de una preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, desde el punto de vista de este pensador, es la benevolencia, que es un interés generoso por el bienestar general de la sociedad.
De este modo, se deduce que, para Hume, la razón sólo puede juzgar sobre fácticas o cuestiones de hecho o sobre relaciones entre estas cuestiones. Pero el carácter de buena o mala acción no es un hecho objetivo. Si el razonamiento no es una cuestión fáctica, menos aún lo serán los juicios de valor; pues tampoco podrían jamás derivarse de juicios acerca de cuestiones de hecho. Ejemplo:
1. TODOS LOS LÍDERES DEBEN SER CRUELES.
1. TODOS LOS LÍDERES DEBEN SER CRUELES.
2. TODOS LOS LEONES SON LÍDERES EN EL REINO ANIMAL.
3. POR LO TANTO, TODOS LOS LEONES DEBEN SER CRUELES EN EL REINO ANIMAL.
3. POR LO TANTO, TODOS LOS LEONES DEBEN SER CRUELES EN EL REINO ANIMAL.
A juicio de Hume, este paso ilegítimo del SER al DEBER SER es la falacia que comenten la mayor parte de los sistemas morales. (La crítica de Hume a este tipo de falacias recibe el nombre de “GUILLOTINA DE HUME”).
Así, aunque las normas morales no puedan derivarse lógicamente de los juicios acerca de los hechos, es necesario recurrir a ellos para procesar y comprender su existencia, así como su necesidad social; si bien esto no quiere decir que [apoyarse en los hechos] baste para justificar la validez de nuestros juicios.
En cuanto al ASPECTO SOCIO-POLÍTICO, Hume examina las tesis del PACTO SOCIAL en que se basa el CONTRACTUALISMO [1]* y las considera verdaderas en cuanto que sitúa en el pueblo el origen del poder, y en cuanto que afirma que «los hombres cambian su LIBERTAD NATURAL por las leyes para obtener paz y orden; es decir, por SEGURIDAD.» Dadas estas premisas, el fundamento de la sumisión al Gobierno reside en el interés individual; es decir, en los beneficios que de ello saca el individuo. No obstante, al margen de la utopía teórica, Hume insiste en la necesidad de hacer notar que la experiencia nos muestra que la mayoría de los Gobiernos y Estados nacen de la conquista, revoluciones o usurpaciones en nombre del propio interés personal de los gobernantes.
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[1] EL CONTRACTUALISMO: El contrato social es una convención entre individuos en la que deciden renunciar a ciertos derechos naturales para constituirse en sujetos de derechos civiles. Los orígenes de la teoría contractualista hay que buscarlos ya en la Filosofía sofistas, en concreto en Protágoras, si bien de una manera un tanto primitiva: será en el Renacimiento y, posteriormente, en la época moderna cuando reaparezca con todo su esplendor defendido por pensadores como Nicolás Maquiavelo y, más tarde, Hobbes, Locke y Rousseau.
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