En el terreno científico del siglo xx se dan distintas corrientes, muy heterogéneas. No obstante, si podemos destacar un denominador común es la falta de confianza en la razón, ya sea para dar cuenta de la realidad, de la vida o para sentar las bases en que se pueda cimentar la Ciencia, pues nos encontramos la lógica matemática y la teoría de los conjuntos que comienzan a legislar el infinito y se crea la crisis de fundamentos y todo el formalismo matemático, La crítica de Gödel acaba con la pretensión de la búsqueda de ‘la verdad’ que tienen los modelos axiomáticos; siendo estos capaces únicamente de hacer meras deducciones sin que sean capaces de decir algo sobre su verdad. Así, la Aritmética y la Geometría euclidiana carecen de valor y comienza a aparecer nuevas geometrías que darán lugar a distintas interpretaciones de la realidad (por ejemplo la teoría de Einstein). Por otro lado tenemos el gran avance de la Física teórica con la teoría de los quanta de Planck, las teorías de la relatividad, y las relaciones de indeterminación de Heisenberg.
En cuanto al plano meramente filosófico aparece el psicoanálisis de Freud, la fenomenología de Husserl, el positivismo analítico representado por el círculo de Viena y la filosofía analítica de Wittgenstein, el historicismo y la división de las ciencias de Dilthey - que rompe la pretendida unidad que proclamaba Descartes-, el existencialismo representado fundamentalmente por Heidegger y Sartre, La hermenéutica representada por Gadamer y la postmodernidad representada fundamentalmente por los críticos Lyotard y Vattimo.
El siglo xx es un siglo de extraordinaria importancia histórica, las dos Guerras Mundiales, la nueva configuración europea instaurada por el tratado de Versalles, la subida al poder del nacional-socialismo son algunos de los trazos que abocetan la fuerte actividad del vigésimo siglo.
CONTEXTO FILOSÓFICO EN EL QUE SE ENCUADRA EL PENSAMIENTO DE ORTEGA Y GASSET (ENTENDIENDO AL AUTOR DETNRO DE SU CONTEXTO)
LA FILOSOFÍA ANALÍTICA Y EL POSITIVISMO.
La Filosofía analítica es el conjunto de tendencias filosóficas del lenguaje, resultado del giro lingüístico producido en las primeras décadas del s.xx, que como característica común sostienen que los problemas filosóficos consisten en confusiones conceptuales –como ya advertía Nietzsche-, derivadas de un mal uso del lenguaje ordinario y cuya solución consiste en una clarificación del sentido de los enunciados cuando se aplican a áreas como la Ciencia, la Metafísica, la Religión, la Ética, el Arte, etc.
Por lo general, los autores que siguen estas tendencias entienden que la Filosofía es una actividad -para unos terapéutica, para otros clarificadora- cuyo objeto es esclarecer el significado de los enunciados. En palabras de Habermas, se produce un cambio de paradigma, al pasar de una Filosofía de la conciencia -o de una epistemología-, en la que importan las relaciones entre el sujeto y el objeto, a una filosofía del lenguaje –o teoría del significado- en la que importan las relaciones entre el enunciado y su correlato: el mundo. Una cuestión tan clásica, por ejemplo, como la que puede formularse en teoría del conocimiento acerca de qué es conocer se reformula y reinterpreta como una cuestión sobre el significado, referente a qué se quiere decir cuando se dice que «conocemos algo».
La actividad dilucidadora de los enunciados, característica fundamental de todo el movimiento analítico, comienza con las tareas de fundamentación lógica de la matemática. Russell y Wittgenstein comparten una misma perspectiva lingüística de la realidad: la del atomismo lógico, según el cual mundo y lenguaje muestran una misma estructura común por ser el lenguaje el espejo del mundo, ya que en él se refleja su naturaleza. De ahí surge la idea fundamental de que la realidad sólo se comprende a través del lenguaje, porque éste es el reflejo de la realidad y que el conocimiento no consiste más que en el análisis del lenguaje.
En un primer momento, el análisis del lenguaje se confía a la lógica a un lenguaje formal de lógica de enunciados y de predicados, con el que Russell reduce los enunciados compuestos a enunciados simples a fin de descubrir en ellos los elementos simples que se corresponden con los hechos simples del mundo, también el El Tractatus logico-philosophicus, del profesor Wittgenstein, publicado en alemán en 1921 sigue por la senda de descubrir la estructura lógica del lenguaje para llegar a la verdad última en las materias de que tratadas.
A esta fase inicial de la filosofía del análisis, sigue una segunda fase de decisivo influjo del Tractatus sobre el Círculo de Viena, de donde surge el neopositivismo o positivismo lógico. Este segundo tratado añade al movimiento analítico una clara postura antimetafísica, al establecer la verificabilidad como criterio de significado, considerando que todo enunciado metafísico carece de sentido. Estas doctrinas son en buena parte resultado del modo como los componentes del Círculo de Viena entendieron el Tractatus de Wittgenstein (1889-1951) y, como él, parten del supuesto de que un enunciado sólo puede ser analítico o es sintético, y que en ningún caso puede ser ambas cosas a la vez.
Cualquier enunciado analítico determina su verdad por medios lógicos o matemáticos, y la lógica o la matemática se bastan para decidir sobre las reglas que han de cumplir dichos enunciados; pero para el resto de enunciados, de los que se supone que son sintéticos y, por tanto informativos, se precisa de un criterio que determine cuáles de ellos cumplen con la exigencia de decir verdaderamente algo acerca de la realidad o experiencia: tal criterio se denominó principio de verificación, que identificaba verificabilidad de un enunciado y significado del mismo.
Comprender un enunciado era lo mismo que conocer la manera de verificarlo.
En Sobre el círculo de Viena, se determina que un enunciado es verificable o es significativo en el sentido fuerte del término si -y sólo si- su verdad puede establecerse en forma concluyente mediante la experiencia, mientras que es verificable en el sentido débil, si es posible que la experiencia lo haga probable. Los enunciados de la Filosofía no serían verificables en ninguno de los dos sentidos, por lo que no son empíricos, no producen información, sino que la aclaran y, por lo tanto, no son significativos, al contrario: son carentes de sentido. La Filosofía, en consecuencia, carece de sentido como Metafísica, y una de las principales tesis del positivismo es la superación de la Metafísica por medio del análisis lógico que hace ver su ausencia de sentido. De este modo, queda establecido que la Filosofía no puede ser más que una actividad esclarecedora, o de análisis, mediante el uso de los recursos lógicos traducidos en enunciados sintéticos.
Sigue una tercera fase que corresponde a la vuelta de Wittgenstein a Cambridge, en 1929, y al cambio de su filosofía, que se conoce como “segundo Wittgenstein” y que se centra, no en el análisis lógico del lenguaje, sino en los usos cotidianos del llamado lenguaje ordinario. Son también los años de las críticas de Gödel al formalismo lógico. Esta filosofía analítica, llamada del lenguaje ordinario, tiene en cuenta la pragmática del lenguaje y contempla el lenguaje, no en su aspecto de reflejo especular de la realidad, sin en una perspectiva más amplia como una actividad comunicativa y hasta una «forma de vida»; el análisis del lenguaje no busca su reinterpretación según una sintaxis lógica rigurosa un cálculo lógico, sino su esclarecimiento a través del reconocimiento de las características naturales del lenguaje vivo, que integra múltiples “juegos pragmático”, como son la cortesía o la ironía, diversas funciones del lenguaje, y la pluralidad de usos y contextos lingüísticos.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET (1883-1954)
“Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.”
“La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.”
“Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.”
INTRODUCCIÓN:
El siglo xx es un siglo de constantes acontecimientos que cambiarán la historia, acontecimientos tanto sociales, como políticos o culturales y económicos. Las potencias europeas entran en crisis por los problemas que se dan entre ellas y tendrán como consecuencia la primera guerra mundial (1914- 1918) donde se enfrentan la Triple Entente (Francia, Rusia e Inglaterra) con la Triple Alianza ( Alemania, Italia y el Imperio austrohúngaro). Fue la primera guerra en que se hizo un uso intensivo de las nuevas tecnologías, aunque no dejó de ser una guerra de trincheras; lo que acarreó numerosas pérdidas humanas y una gran crisis económica. Por otro lado, el triunfo de la Revolución Soviética supuso la instauración de un régimen comunista en ese país y en Europa muchos partidos comunistas intentarán seguir el modelo ruso, el miedo de las clases dirigentes a que se siguiera este modelo hizo que favoreciese el ascenso de los nacionalismos y totalitarismos.
Desde la perspectiva económica, los famosos “años veinte” con el telón de fondo de la Revolución Industrial, acaban en la pesadilla de «el crac de 1929». Las consecuencias paro y empobrecimiento general que se alargaron hasta los años treinta. Tal crisis trajo consigo el descrédito del sistema capitalista y, con él, el desencanto de los sistemas parlamentarios, otro factor que también favoreció la aparición de los totalitarismos.
Desde el marco político, el fascismo logró repercutir en todo Europa; en Italia las tendencias fascistas llegaron al poder en Italia después de la Primera Guerra Mundial. Por su parte Alemania, resentida por el tratado de Versalles, la crisis económica y el temor a la expansión comunista desembocó en el surgimiento del nacionalsocialismo o “nazismo” liderado por Hitler, que prometía la recuperación del Imperio alemán y la recuperación económica. Cuando Alemania invade Polonia en 1939 da comienzo la Segunda Guerra Mundial, que culmina en 1945 con el mundo dividido en dos bloques antagónicos: el bloque occidental y el bloque comunista. Dada esta profunda fisura de pensamiento y praxis, da comienzo un periodo conocido como la Guerra Fría. A raíz de lo ocurrido se fundó la ONU en 1945 con la intención de garantizar el orden mundial y hacer respetar la dignidad humana.
En España la primera mitad del siglo XX estuvo marcada por ‘el desastre del 98’, que como es sabido, no es otro que la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). La alternancia de gobiernos conservadores y liberales y la incorporación a la escena política de nuevas corrientes socialistas y anarquistas, la crisis social y la inestabilidad política condujeron al fin de la Restauración y al comienzo de la dictadura de primo de Rivera (1923-1930), conocida con el nombre de ‘dictablanda ‘ acuñado ad hoc. En 1931 se proclama la Segunda República, pero el 18 de Julio de 1936 una sublevación militar da comienzo a la Guerra Civil, que acabó en 1939 con la victoria de Franco, que gobernó España hasta su muerte en 1975.
En este contexto se fraguó la urgencia resolutiva del denominado “problema de España” que se inicia con ‘el desastre del 98’ y que incluye el tópico de la división violenta entre ‘las dos españas’. Así, “problema de España”, está presente en cada manifestación artística, literaria y filosófica de la época.
En el marco literario en concreto, la Generación del 98 hizo de él una cuestión de gran alcance popular al convertir su preocupación por él en uno de los ejes de su obra creativa. Algunos de sus miembros más representativos son Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Ramón María del Valle-Inclán o Joaquín Costa, que han sido considerados los precursores de la Edad de Plata española y el Regeneracionismo. Otra generación será la de 1914, conocida como el Novecentismo, con autores como Pérez de Ayala, Gómez de la Serna o el propio Ortega y Gasset. Por último, es relevante referir la importancia de la Generación del 27, con autores de la magnitud de F. García Lorca o Rafael Alberti; músicos como Manuel de Falla o Albéniz y artistas del nivel de Picasso, Dalí o Miró.
“Yo soy yo y mi circunstancia. Si no la salvo a ella, no me salvaré yo”
“No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.”
En la época en la que vive nuestro filósofo destacan una serie de posiciones de interés meramente filosófico: idealismo, neokantismo, existencialismo, vitalismo, historicismo,… Otras caracterizadas por centrar su interés en el lenguaje y los problemas de la ciencia, como el positivismo, el Círculo de Viena y el estructuralismo y, por último, las centradas en resolver los problemas sociales y la crítica de las ideologías como el marxismo y el psicoanálisis.
Por su parte, Ortega y Gasset está especialmente influenciado por una serie de corrientes filosóficas que tienen como ejes fundamentales: la historicidad, la vida y la irreductibilidad del ser humano. Así nos encontramos con: la fenomenología [2] y el existencialismo [3] que, partiendo del viejo método fenomenológico, intentará hacer su propio análisis de la existencia humana; el vitalismo -doctrina que se centra en la explicación de los fenómenos biológicos por la acción de las fuerzas propias de los seres vivos y no solo por las de la materia- y, finalmente, resulta fundamental la influencia del historicismo como tendencia filosófica a reducir la realidad humana a su o condición histórica. Si bien, no podemos olvidar que el filósofo que nos ocupa, se desenvuelve en el contexto socio-cultural de una España que está dominada por el pensamiento tradicional y reaccionario de la Iglesia católica, que aún era apoyado por los sectores más conservadores de la sociedad. Por poner un ejemplo claro, en la universidad se explicaba Filosofía aristotélico-tomista hasta la llegada de Julián Sanz del Río a la Universidad Central de Madrid en donde introdujo las nuevas ideas sobre el Krausismo aprendidas en la Universidad de París. El Krausismo como doctrina filosófica pretendía la conciliación entre el teísmo y el panteísmo por medio de la razón, la vinculación a la ética y la práctica la renovación de los individuos y la sociedad. Un grupo de discípulos de Sanz del Río fundó en 1876 La Institución Libre de Enseñanza, con la idea de impartir educación liberal, sin dogmatismos y comprometida con la renovación espiritual y cultural de España. A una de sus promociones perteneció Ortega, que participó de sus ideales y mentalidad.
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[2] FENOMENOLOGÍA: Método filosófico creado por Friedrich Hegel, filósofo alemán de comienzos del siglo XIX, que se basa en la dialéctica interna del espíritu que presenta las formas de la conciencia como base para llegar al saber absoluto. Posteriormente, fue desarrollado por Edmund Husserl que, partiendo de la descripción de las entidades y cosas presentes a la intuición intelectual, logra captar la esencia pura de dichas entidades trascendentes consciencia humana.
[3] EXISTENCIALISMO: Movimiento filosófico que trata de fundar el conocimiento de toda realidad en la experiencia inmediata de la existencia propia.
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EPISTEMOLOGÍA: RACIOVITALISMO
I. EL PROBLEMA EPISTEMOLÓGICO EN ORTEGA Y GASSET.
¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
Para Ortega, «La Filosofía es el universo, todas las cosas que hay en él, reales, ideales, irreales, fantásticas o transreales.» El filósofo en su camino no debe dar nada por supuesto; es decir, no debe partir de creencias previas. El filósofo ha de predicar en su estudio la propiedad de todo lo que hay. El trabajo del filósofo ha de estar basado en buscar los verdaderos orígenes y principios del objeto de estudio; es decir ha de tener una dimensión de totalidad que alcance la universalidad para que, de esa manera, quede al mismo tiempo definido el Universo.
El filósofo en su búsqueda por lo universal de las cosas se somete al principio de pantonomía (en tanto que las Ciencias son particulares).
Lo universal de las cosas ha de ser su propio principio de realidad, ya que son cosas las que forman parte de nuestro Universo y no los conceptos vacíos.
Lo más universal de las cosas es su ‘ser’ en sí mismo.
Según Ortega hay tres tipos de ‘cosas’, a saber:
a) las que hay en el universo, con independencia de que las conozcamos o no
b) las que creemos que hay pero que en realidad no las hay.
Los datos del universo son los que se nos muestran, aunque en muchos casos se nos muestran contradictorios. No podemos fijar los datos del universo, por lo que entendemos que nos falta algo que algo no nos ha sido dado. Esta carencia es ‘el ser de las cosas’. Esta carencia se nos da a toda la humanidad ya que somos incapaces de renunciar a una idea de Universo, del mundo que nos rodea.
CRÍTICA DEL REALISMO Y DEL IDEALISMO
Esta concepción filosófica considera a la substancia como dato radical, o base, del Universo, solución mantenida hasta la época moderna. Pero esta solución en ningún momento se ha presentado clara, más bien contradictoria, pues de la misma ‘cosa’ en cuestión nos encontramos datos que no dejan de variar pero la cosa sigue siendo una y la misma. La solución que se ofrece pasa por suponer una substancia, un soporte de las propiedades, de esos datos cambiantes.
El hombre moderno se muestra escéptico ante la realidad que lo rodea, ante la que puede sentir y sitúa su conciencia, así como su pensamiento como el dato del Universo. El pensamiento es el contenido de la conciencia. Ortega un dualismo cíclico interno al pensamiento, distinguiendo así entre pensamiento reflejante y el pensamiento reflejado. El primero es el mismo acto de pensar, el segundo es el pensamiento producido por ese acto que a su vez es previo al primero. Lo que se quiere decir es que un contenido mental, un pensamiento sólo puede ser de un sujeto, no es independiente del sujeto; esto es, el pensamiento existe como pensamiento propio, pero con dependencia del sujeto que lo piensa.
El pensamiento es el dato universal del idealismo, no obstante, tal y como marcaba también la tendencia realista, se nos presenta contradictorio entre la variación de pensamientos y la unidad del ‘yo’ que los piensa. La respuesta que ofrece el hombre moderno (dada ya desde Descartes) es muy similar a la respuesta que dieron los realistas, pues, pasa por suponer un soporte para los pensamientos, un ‘yo substancia’ en el que los pensamientos derivan del ‘yo substancializado’.
La crítica de Ortega se basa en la percepción de que el idealismo se olvida de lo que él ha denominado pensamiento reflejante, es decir, ‘el mismo acto de pensar’. No puede haber pensamiento sin un ‘yo’ que los piense, así como, de la misma manera, no podrá haber un ‘yo’ que piense sin pensamientos. Pero si la substancia era «lo que no necesita de otra cosa para existir» -tal y como afirmó Descartes- ‘el yo’ que piensa necesita pensamientos para existir, por lo que el ‘yo’ no es una substancia. Pero no sólo esto, pues “un yo que piensa lo hace mientras está pensando, mientras realiza el acto de pensar por lo que la continuidad del ‘yo’ se rompe, -dice Ortega- no hay, pues, un sujeto constante.” [Crítica a la existencia de la ‘res cogitans’ cartesiana como sustancia pura]
El desarrollo de la filosofía, en cuanto necesidad de clarificación en la realidad, requiere, a juicio de Ortega, una crítica del realismo y del idealismo.
Según el Idealismo, el hombre moderno se muestra escéptico ante la realidad que lo rodea, ante la que puede sentir y sitúa su conciencia, así como su pensamiento como el dato del Universo. El pensamiento es el contenido de la conciencia. Ortega propone un dualismo cíclico interno al pensamiento, distinguiendo así entre pensamiento reflejante y el pensamiento reflejado. El primero es el mismo acto de pensar, el segundo es el pensamiento producido por ese acto que a su vez es previo al primero. Lo que se quiere decir es que un contenido mental, un pensamiento sólo puede ser de un sujeto, no es independiente del sujeto; esto es, el pensamiento existe como pensamiento propio, pero con dependencia del sujeto que lo piensa.
Ahora bien, Ortega pretende ir un poco más lejos, lo pensado no únicamente es un ‘contenido de conciencia’; por ejemplo, si yo pienso en este teatro, o en general, en la realidad externa, sólo por el hecho de ser externa también es algo trascendente al ‘yo’ que piensa: es obvio que ese teatro no está en mi cabeza, porque yo no soy substancia, como hemos criticado anteriormente.
Ortega entiende por pensamiento una conciencia espontánea o perceptiva; no el acto de pensar sobre un acto mental; ni siquiera el acto de darse cuenta de sí mismo al pensar en un acto de ésta clase como una conciencia refleja -que es como lo entiende el idealismo cartesiano-.
En un contraste entre la visión idealista y la postura de Ortega; para el idealismo “x” piensa “y” donde “y” es una acto mental. En tanto que para Ortega, “y” es a veces un acto mental, pero otras es trascendente a “x”. Para Ortega, la conciencia perceptiva es lo más inmediato a nosotros; no así, la conciencia refleja (que es externa al hombre).
EL DATO DEL UNIVERSO.
Yo soy para el mundo y el mundo es para mí. El ser consciente tiene dos sentidos, uno es consciente de lo que le rodea, del lugar en el que se encuentra, de lo que percibe, de su abrirse y captar al mundo, de su intencionalidad. Pero además de la percepción que tengo, me doy cuenta de esa percepción, de mis estados mentales, con ello me doy cuenta de mí mismo. Por lo que la conciencia es refleja, es reflexividad pues se da cuenta de sí misma.
EL RACIOVITALISMO:
Entre 1923 y 1955 Ortega desarrolla el Raciovitalismo, que reconoce el valor de la razón, pero al mismo tiempo destaca sus raíces irracionales. Estrecha la unión entre razón y vida, entre razón e historia. El hombre es un ser dotado de razón, pero de una razón que tiene que usar para vivir y que ha inventado para no perderse en el Universo. Para el filósofo la razón es toda acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad la vida es el dato radical del universo, es decir, la coexistencia del yo y su mundo. El filosofar es definir y buscar el sentido de la vida .
1 Vivir es, ante todo, encontrarse en el mundo. Mundo no es aquí «naturaleza» como creían los antiguos, sino «lo vivido como tal». Esta es la primera categoría de la vida: yo en el mundo; «me doy cuenta de mí en el mundo, de mí y del mundo, esto es, por lo pronto, «vivir».
2 Pero nos encontramos de una forma concreta : «Yo consisto en ocuparme de lo que hay en el mundo y el mundo consiste en todo aquello de que me ocupo y en nada más.» Por ello, «vivir es convivir con una circunstancia».
5 Aunque si decido es porque tengo libertad para hacerlo, es decir, puedo escoger. Esto es fundamental, ya que el poder de decisión dependerá siempre de que haya o no posibilidades frente al que tiene que decidirse. Con palabras de Ortega: decidimos «porque vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece posibilidades».
6 Por otra parte, esas posibilidades no son en absoluto ilimitadas. «Para que haya decisión tiene que haber a la vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expreso con la categoría circunstancias»
1º Yo soy yo: En Ortega la vida se individualiza y se subjetiviza.
1) Todo lo que no soy yo.
3) Mi vida se va haciendo con las circunstancias.
Para Ortega no hay ninguna verdad absoluta, no hay ninguna verdad que esté por encima de las demás y fundamente el resto, más al contrario, la verdad ha de formar parte de la vida concreta de cada uno, de cada grupo social, de cada cultura. La verdad se nos da desde distintas perspectivas, desde distintos puntos de vista. Cada perspectiva no intenta superar perspectivas anteriores, al contrario, el mundo es esa pluralidad de perspectivas, todas ellas se integran en el mundo democráticamente. Lo más que podemos hacer para acercarnos a la verdad sería sumar todos los puntos de vista diferentes. Pero la perspectiva que tenemos del mundo viene limitada y condicionada por las circunstancias que nos son dadas por el mundo que nos rodea, por lo que no habrá perspectivas eternas. En este momento nos remontamos al yo, ya que la circunstancia sin más no es nada sin el sujeto que la vive. Por ello mi propia vida es la realidad, me conozco en cuanto me percibo, en cuanto me percato de que “yo soy yo y mi circunstancia”.
Para Ortega cada momento de la historia tiene su razón, lógica y estructura; su su propia forma, como ocurría a cada yo que tenía su pasado. Pero todos los momentos históricos no son estancos si no que están relacionados, unos dependen de otros. Hay una razón histórica que da cuenta de ellos, pero es una razón no científica, no consiste en deducir o inducir sino que consiste en narrar ya que la razón científica no toma en cuenta la realidad humana, la libertad, la capacidad de elección, el hacerse. Esta razón es el fundamento de las demás razones, está por encima de las demás razones.
El filósofo destaca que el ser humano nace con desventajas respecto a los animales, Los ya que mientras éstos, por instinto, se saben defender a sí mismos al poco tiempo de nacer, nosotros necesitaríamos incluso años. La desventaja inicial se invierte por nuestra capacidad ilimitada para aprender. Según Ortega, el ser humano es un ser proyectivo: diseña el proyecto de su existencia, decidiendo qué va a ser y eligiendo los medios para conseguirlo. Por eso el ser humano ha progresado en sus costumbreS y evolución y los animales no. Aunque en realidad, advierte Ortega que somos seres inacabados.
Para Ortega, la historia se puede analizar de acuerdo a las generaciones. En su Teoría de las generaciones, asume que en toda sociedad humana conviven distintas generaciones. Estas generaciones se cumplen en periodos de quince años y hay dos tipos fundamentales: las establecidas, es decir las mayores y las emergentes, las nuevas. Cuando los presupuestos teóricos de ambas son compatibles, la sociedad se desarrolla sin sobresaltos; pero si hay una ruptura entre una y otra, aparece la crisis social.
El desarrollo de la filosofía, en cuanto necesidad de clarificación en la realidad, requiere, a juicio de Ortega, una crítica del realismo y del idealismo.
El Realismo considera a la substancia como dato radical, o base, del Universo, solución mantenida hasta la época moderna. Pero esta solución en ningún momento se ha presentado clara, más bien contradictoria, pues de la misma ‘cosa’ en cuestión nos encontramos datos que no dejan de variar pero la cosa sigue siendo una y la misma. La solución que se ofrece pasa por suponer una substancia, un soporte de las propiedades, de esos datos cambiantes.
Según el Idealismo, el hombre moderno se muestra escéptico ante la realidad que lo rodea, ante la que puede sentir y sitúa su conciencia, así como su pensamiento como el dato del Universo. El pensamiento es el contenido de la conciencia. Ortega propone un dualismo cíclico interno al pensamiento, distinguiendo así entre pensamiento reflejante y el pensamiento reflejado. El primero es el mismo acto de pensar, el segundo es el pensamiento producido por ese acto que a su vez es previo al primero. Lo que se quiere decir es que un contenido mental, un pensamiento sólo puede ser de un sujeto, no es independiente del sujeto; esto es, el pensamiento existe como pensamiento propio, pero con dependencia del sujeto que lo piensa.
El pensamiento es el dato universal del idealismo, no obstante, tal y como marcaba también la tendencia realista, se nos presenta contradictorio entre la variación de pensamientos y la unidad del ‘yo’ que los piensa. La respuesta que ofrece el hombre moderno (dada ya desde Descartes) es muy similar a la respuesta que dieron los realistas, pues, pasa por suponer un soporte para los pensamientos, un ‘yo substancia’ en el que los pensamientos derivan del ‘yo substancializado’.
La crítica de Ortega se basa en la percepción de que el idealismo se olvida de lo que él ha denominado pensamiento reflejante, es decir, ‘el mismo acto de pensar’. No puede haber pensamiento sin un ‘yo’ que los piense, así como, de la misma manera, no podrá haber un ‘yo’ que piense sin pensamientos. Pero si la substancia era «lo que no necesita de otra cosa para existir» -tal y como afirmó Descartes- ‘el yo’ que piensa necesita pensamientos para existir, por lo que el ‘yo’ no es una substancia. Pero no sólo esto, pues “un yo que piensa lo hace mientras está pensando, mientras realiza el acto de pensar por lo que la continuidad del ‘yo’ se rompe, -dice Ortega- no hay, pues, un sujeto constante.” [Crítica a la existencia de la ‘res cogitans’ cartesiana como sustancia pura]
SU PROPUESTA
Con el concepto de pensamiento reflejado, lo que quiere decir Ortega es que no hay un pensamiento sin más, objetivado, cosificado, como una algo independiente a nosotros; sino que uno, en el acto mismo de pensar, se da cuenta de sí mismo, de su propia existencia. Siguiendo la pauta cartesiana, Ortega asevera que el ‘yo’ cuando piensa se percata de su ‘yo’ pensante.
Ahora bien, Ortega pretende ir un poco más lejos, lo pensado no únicamente es un ‘contenido de conciencia’; por ejemplo, si yo pienso en este teatro, o en general, en la realidad externa, sólo por el hecho de ser externa también es algo trascendente al ‘yo’ que piensa: es obvio que ese teatro no está en mi cabeza, porque yo no soy substancia, como hemos criticado anteriormente.
Ortega entiende por pensamiento una conciencia espontánea o perceptiva; no el acto de pensar sobre un acto mental; ni siquiera el acto de darse cuenta de sí mismo al pensar en un acto de ésta clase como una conciencia refleja -que es como lo entiende el idealismo cartesiano-.
En un contraste entre la visión idealista y la postura de Ortega; para el idealismo “x” piensa “y” donde “y” es una acto mental. En tanto que para Ortega, “y” es a veces un acto mental, pero otras es trascendente a “x”. Para Ortega, la conciencia perceptiva es lo más inmediato a nosotros; no así, la conciencia refleja (que es externa al hombre).
Yo soy para el mundo y el mundo es para mí. El ser consciente tiene dos sentidos, uno es consciente de lo que le rodea, del lugar en el que se encuentra, de lo que percibe, de su abrirse y captar al mundo, de su intencionalidad. Pero además de la percepción que tengo, me doy cuenta de esa percepción, de mis estados mentales, con ello me doy cuenta de mí mismo. Por lo que la conciencia es refleja, es reflexividad pues se da cuenta de sí misma.
El dato primario del universo ha de ser lo que nos sea más inmediato y éste será el pensamiento reflejado o la conciencia perceptiva y no el pensamiento reflejante o conciencia refleja. El acto de pensar que he realizado cualquier acción supone previamente el contenido de la misma. Por ejemplo, el acto de pensar que he visto un cuadro supone que antes lo he visto.
EL RACIOVITALISMO:
Entre 1923 y 1955 Ortega desarrolla el Raciovitalismo, que reconoce el valor de la razón, pero al mismo tiempo destaca sus raíces irracionales. Estrecha la unión entre razón y vida, entre razón e historia. El hombre es un ser dotado de razón, pero de una razón que tiene que usar para vivir y que ha inventado para no perderse en el Universo. Para el filósofo la razón es toda acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad la vida es el dato radical del universo, es decir, la coexistencia del yo y su mundo. El filosofar es definir y buscar el sentido de la vida .
Distingue siete categorías del vivir:
1 Vivir es, ante todo, encontrarse en el mundo. Mundo no es aquí «naturaleza» como creían los antiguos, sino «lo vivido como tal». Esta es la primera categoría de la vida: yo en el mundo; «me doy cuenta de mí en el mundo, de mí y del mundo, esto es, por lo pronto, «vivir».
2 Pero nos encontramos de una forma concreta : «Yo consisto en ocuparme de lo que hay en el mundo y el mundo consiste en todo aquello de que me ocupo y en nada más.» Por ello, «vivir es convivir con una circunstancia».
3 Mas «todo hacer es ocuparse en algo para algo». Estamos ocupados en algo gracias a una finalidad en vista de la cual ocupamos nuestra vida de una forma determinada. La vida no está nunca prefijada. No está prevista; es imprevista. Es posibilidad y problema.
4 Pero nada se nos da hecho, por eso la vida es un decidir antes que un hacer. Vida es anticipación. Yo he sido libre para decidir por una u otra labor.
5 Aunque si decido es porque tengo libertad para hacerlo, es decir, puedo escoger. Esto es fundamental, ya que el poder de decisión dependerá siempre de que haya o no posibilidades frente al que tiene que decidirse. Con palabras de Ortega: decidimos «porque vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece posibilidades».
6 Por otra parte, esas posibilidades no son en absoluto ilimitadas. «Para que haya decisión tiene que haber a la vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expreso con la categoría circunstancias»
7 Lo que lleva la séptima y última categoría: la temporalidad «Si nuestra vida consiste en decidir lo que vamos a hacer, quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida hay un atributo temporal: la vida es futurización’’.
No puede haber oposición entre razón y vida. La razón no debe pretender sustituir la vida. La razón es una función viva y espontánea. Las propuestas de Ortega no van contra la razón, sino contra el racionalismo. Razonar significa referir algo a la totalidad de la vida: la vida misma, cuando se inserta en un contexto, es cuando se razona y se entiende.
El núcleo o realidad radical del todo unitario y circunstanciado es la vida del hombre:
1º Yo soy yo: En Ortega la vida se individualiza y se subjetiviza.
2º Mi circunstancia: la vida no es solo yo, sino toda la realidad que me rodea. La vida es definida siempre en términos de presente.
Mi circunstancia es:
1) Todo lo que no soy yo.
2) Mi mundo es mi circunstancia.
3) Mi vida se va haciendo con las circunstancias.
La perspectiva es móvil, dinámica, porque la realidad lo es, de modo que establece que la raíz de esa movilidad es la temporeidad de la propia vida humana. La sustancia de la vida es el tiempo, el cambio Cambia la perspectiva porque existe un irreductible desajuste entre el pasado y el futuro del hombre que, precisamente, da en el presente un continuo dinamismo de la perspectiva.
EL PERSPECTIVISMO
II. PROBLEMAS HISTÓRICO Y SOCIOLÓGICO EN ORTEGA Y GASSET
III. EL PROBLEMA ANTROPOLÓGICO EN ORTEGA Y GASSET: Tª DE LA GENERACIÓN.
El filósofo destaca que el ser humano nace con desventajas respecto a los animales, Los ya que mientras éstos, por instinto, se saben defender a sí mismos al poco tiempo de nacer, nosotros necesitaríamos incluso años. La desventaja inicial se invierte por nuestra capacidad ilimitada para aprender. Según Ortega, el ser humano es un ser proyectivo: diseña el proyecto de su existencia, decidiendo qué va a ser y eligiendo los medios para conseguirlo. Por eso el ser humano ha progresado en sus costumbreS y evolución y los animales no. Aunque en realidad, advierte Ortega que somos seres inacabados.
La libertad es otro elemento distintivo humano. Debemos decidir lo que queremos ser, pero hay algo en lo que no somos libres: el hecho de existir y nacer libres. Son imposiciones del nacimiento.
Desde que está en el mundo, el hombre tiene la capacidad de elegir y elegirse a cada momento. Y necesita hacerse a si mismo, construir su propia esencia en el transcurso de su camino vital. Pero al mismo tiempo tiene la capacidad de adelantarse a los acontecimientos, porque puede vislumbrar cuales son las posibles implicaciones de su hacer, y esto lo consigue ensimismándose, yendo dentro de sí mismo.
Esta crisis se manifestó en el siglo pasado mediante un fenómeno especial: La rebelión de las masas. Para Ortega los hombres se dividen en hombre masa y en minoría selecta. No se trata de una división de acuerdo al puesto que se ocupa dentro de la sociedad, sino de acuerdo a una forma de ser y actuar, de llevar adelante el proyecto de vida de cada uno. Según el pensador, el hombre masa es aquel que se encuentra satisfecho de sí mismo, y se cree completado moral e intelectualmente, por lo que actúa como el niño mimado que pretende todo sin exigirse nada. En cambio, la minoría selecta está formada por el tipo de persona que se exige a sí misma más que a los demás y vive su vida buscando alcanzar ese desarrollo máximo anteponiendo los deberes a los derechos.
Toda generación tiene una actitud frente a la existencia, como tiene una misión y una vocación. Pero toda generación está compuesta por dos tipos de personas: una minoría selecta y una masa. la función de la élite es dirigir a las masas hacia su misión histórica y las masas deben obedecer. Cuando las masas se rebelan y no quieren obedecer a la élite, según el filósofo, incumplen su misión histórica.