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domingo, 20 de febrero de 2011

Santo Tomás: Los finales de la Filosofía medieval.

Cristianismo y filosofía:

El cristianismo no se manifestó a las personas como una especulación filosófica, sino como un sistema de creencias, era la respuesta dada en un determinado momento histórico a unas necesidades religiosas surgidas en el judaísmo de Palestina. La expansión que ha alcanzado a lo largo de los siglos ha determinado un modo de entender el mundo y también ofrece la respuesta a muchos problemas que las personas se han planteado a lo largo de la historia.

Por ello el cristianismo debe ser considerado como, además de un hecho religioso, uno de los acontecimientos que más han influido en el desarrollo de la historia.

La base del cristianismo está en la predicación de Jesús, que se presentó a la humanidad como el “Mesías”, el “Cristo”, que había sido anunciado por sus profetas. Su predicación no fue escrita por él. Está contenida en unos textos compuestos años después de su muerte, denominado por el término Evangelios, “la Buena nueva”. No es una obra filosófica y está muy lejos de serlo, pero en el Evangelio de San Juan se identifica el logos con Dios, más adelante el logos se identifica con Jesús, pues “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Lo que el cristianismo pretende es exigir al individuo que busque dentro de sí mismo lo más religioso, ha de asumir que es una persona cuya razón de ser está en la dependencia que tiene de Dios. El cristianismo es un principio en virtud  del cual todas las personas forman parte de una misma generación no carnal, sino espiritual. Es el principio de amor y caridad, el auténtico cristiano es el que se siente hermano de su prójimo. De ese modo el cristianismo se presentó como un movimiento humanista.

Para Pablo de Tarso, gran divulgador de la doctrina, el cristianismo es sabiduría divina, es un pleno conocimiento de Dios, cuya aceptación y obediencia es descrita como fe. Frente a esta sabiduría divina está la humana, aquella que entre los griegos llegó a ser conocida por el término filosofía. Este tipo de sabiduría fue negada y se fue transformando en la divina, con lo que la predicación de Cristo adquirió un sentido más intelectual porque su palabra no sería a partir de entonces sólo la palabra de salvación, sino también de sabiduría. 

Así las relaciones entre cristianismo y filosofía hay que entenderlas desde esta polémica, y los intelectuales que se hicieron cargo de la misma son denominados los Padres de la Iglesia (los sabios que elaboraron el pensamiento cristiano), que se sintieron atraídos por el intelectualismo de la filosofía griega. Y a partir de la segunda mitad del siglo II recurrieron a la filosofía griega para integrarla en el pensamiento cristiano y servirse de ella como vehículo de expresión intelectual del contenido de revelación.

Los apologetas:
Hacia el año ciento cincuenta apareció en el cristianismo un tipo de literatura conocida con el nombre de apologética, dirigida al mundo no cristiano, por lo que fue necesario usar la riqueza conceptual e intelectual de la filosofía griega. Apologías, que no eran más que súplicas dirigidas a los emperadores solicitando el derecho de ciudadanía y libertad a favor del cristianismo, aunque con ellas también pretendían divulgar el valor positivo de su religión frente al paganismo, incluso en algunos casos presentaban la religión como el punto culmen de la filosofía griega, pues daba a conocer una única verdad, el logos que se había encarnado en Cristo.

Apologetas destacados son:

Justino Mártir que aceptó la idea del logos como razón eterna, encarnada en Cristo, que por ser, también razón seminal divina que hay en todas las cosas, puede fundar la continuidad de la filosofía griega en el seno del cristianismo.

Clemente de Alejandría: considera que la religión que nos enseña el logos se inicia con la fe, sigue por el conocimiento y la ciencia hasta llevar al hombre, a través del amor, a la inmortalidad. El logos tiene una función ética, puesto que consiste en educar las costumbres, preparar el camino hacia el conocimiento que se desarrolla en el seno de la fe.   

Orígenes: Se consideró que la filosofía es una mala sustituta de la fe y no es necesaria para recibir la revelación divina, de otro modo Cristo no hubiera escogido pescadores para anunciar su predicación. La fe es el camino natural del todo individuo dispone para acceder a la verdad. En cambio la filosofía es el medio del que sólo disponen algunos para alcanzar por sí mismo la verdad. Y como el cristianismo ya nos da a conocer la verdad se convierte en la única filosofía verdadera. Aunque habla de una fe adquirida por la razón, que es superior a la fe vulgar por estar unida al conocimiento y se obtiene por una investigación que se obtiene mediante los principios de la razón humana.   

 San Agustín (354- 430)

Introducción / contexto:

En el año 312, el emperador Constantino se convirtió  al cristianismo y al año siguiente dictó El Edicto de Milán por el que se concedía libertad al cristianismo en el Imperio Romano. El contexto en el que nos vamos a mover viene determinado por los intentos de mantener unido el imperio romano, aunque, al final acabará disolviéndose. Uno de esos intentos fue el Concilio de Nicea en el 325, en el Constantino observa la división de la región por diversas facciones al posicionarse de modos distintos tratando de explicar la relación y la naturaleza entre el Padre y el Hijo. La consecuencia del concilio fue fundamentalmente política pues Constantino se inclinó por lo que pensaban los más intransigentes -para, de ese modo, evitar problemas-, condenando al destierro a todos los seguidores del arrianismo (conjunto de doctrinas cristianas desarrolladas por Arrio[1]). En el 341, se otorgó la Consagración episcopal a Ulfilas, evangelizador arriano de los godos, traductor de la Biblia al gótico, creador de la más antigua literatura germánica.
Debido a la obra evangelizadora de Ulfilas, muchos pueblos bárbaros se convirtieron del paganismo a la herejía arriana y fueron así doblemente enemigos de los católicos miembros del Imperio Romano. Algunos de esos pueblos, como el español por ejemplo, pasaron luego del arrianismo al catolicismo (conversión del rey Recaredo).

En el 354 nace San Agustín en Tagaste (Numidia, antiguo reino bereber africano). Como hemos dicho el contexto vendrá determinado por la desintegración del Imperio romano van desapareciendo las instituciones militares, públicas y económicas. Las grandes invasiones de los pueblos germanos trajeron nuevas costumbres y creencias, San Agustín comenzó a escribir La ciudad de Dios en 413, tres años antes del saqueo a Roma por Alarico, con intención de refutar a quienes sostenían que la religión cristina era la culpable de la caída de Roma y con intención de ofrecer una teología de la historia que animara a quienes se encontraban abandonados espiritualmente. Al desaparecer el imperio no existe el Estado, los pueblos se organizan en tribus y se forman reinos de monarquías muy localizadas. El comercio y la industria se debilitan. Los propietarios de tierras necesitan campesinos a los que mantiene a cambio de protección. Los monasterios pasan a ser los centros culturales que más tarde serán los focos de las nuevas universidades.  

Aurelio Agustín leyendo a Cicerón se inició en la filosofía y se cuenta que uno de sus diálogos, el Hortensius, hoy perdido, le llevaría más tarde a convertirse al cristianismo. En su juventud fue seguidor del maniqueísmo (es una doctrina que defiende la existencia de dos principios o naturalezas: el bien y el mal, Dios y la materia, la luz y las tinieblas, por lo que no se puede acabar con el mal hay que relegarlo a su reino, a la oscuridad), en el que inicialmente le pareció hallar respuesta a sus dudas sobre el mal en el mundo. Desencantado de la secta, se dirigió a Roma, donde se adhirió al escepticismo de la Academia nueva (distingue entre lo objetivamente verdadero, desconocido para el hombre y lo subjetivamente verdadero, un conocimiento más o menos probable), también conoció el pelagianismo (doctrina que considera que el pecado de Adán no se transmitió a la humanidad, por lo que nacemos sin pecado original, el pecado se comete no se hereda. Muestra un humanismo más optimista en el que el ser humano no nace para el pecado ni necesita la gracia de Dios para salvarse. Esta visión afectó a la relación de los cristianos con la Iglesia, puesto que la Iglesia ya no era indispensable para su salvación. El pelagianismo fue combatido por San Agustín y condenado en el Concilio de Éfeso (431)), manifestando  también crítica hacia el epicureísmo (doctrina filosófica que identifica la felicidad con el placer), allí enseñó retórica, para pasar luego a Milán. Leyó por esta época a algunos autores neoplatónicos y probablemente las Enéadas de Plotino, que constituyeron sus nuevas raíces filosóficas y que, junto con la conversión al cristianismo -recibió el bautizo de manos de San Ambrosio de Milán, en el 386, a los 31 años de edad. De este modo, le marcarán los dos focos -neoplatonismo y cristianismo- en los que se centra todo su pensamiento posterior. San Agustín viene, de algún modo a cristianizar la filosofía de Platón como se observa claramente en su concepción de Dios y el conocimiento. De Aristóteles recoge la idea de las distintas partes del alma.

Epistemología y Teología:

Nos enfrentamos con dos planos, el de la creencia y el de la filosofía, por lo que todo pensador cristiano tenía que explicar la relación entre la fe y la razón. La postura de San Agustín será identificar ambos planos. San Agustín buscó la verdad a través de la razón, pero sin resultados satisfactorios y sintió que la fe le situaba donde la razón no podía llegar, por lo que pensó que era mejor creer para saber que saber para creer. La fe no es el entendimiento en sí; pero nos prepara para el conocimiento. En cuanto al conocimiento, nos basamos en la autoridad, precediendo a la propia razón, ya que ella misma descubre su debilidad, y no hay mayor autoridad que la Sagrada Escritura, por lo que sin la revelación nuestra razón estaría ciega. La razón sin la fe no nos puede llevar al verdadero conocimiento, por ello, razón y fe, filosofía y religión se identifican para alcanzar la verdad.

La mayor preocupación de San Agustín es encontrar la verdad, considera que es un deseo común a todos los individuos, porque la verdad es universal y un patrimonio de toda la humanidad, no en vano la filosofía es el amor a la sabiduría y la verdad no es otra cosa que la contemplación y la posesión de la verdad. Sabiduría y verdad se identifican y alcanzarlas supone poseer la felicidad, que es la única causa de la filosofía y de la religión cristiana.

En su búsqueda de la verdad comenzó preocupándose por las doctrinas escépticas, fue un pequeño periodo, pero le llevó a asumir los límites de la razón humana y la existencia de una instancia superior a la razón como fundamento de la certeza que buscaba. Trataba de mostrar que la razón humana es capaz de dar respuesta a las necesidades de certidumbre que todo hombre siente, proponiendo, al menos una verdad de certeza inmediata: la del propio pensar. La reputación escéptica y la superación de la duda académica con el hallazgo de unas verdades de las que no se puede dudar, señalan también la propia limitación de la razón humana. La verdad que la razón alcanza sólo es una representación de la verdad que existe por sí misma, por lo que para alcanzar las verdades inteligibles que superan el orden sensible, es necesario que el hombre sea iluminado. La Verdad misma es un descubrimiento de la razón, que requiere la afirmación de otro camino, que está en el interior de la persona, puesto que la verdad está dentro de él. Sólo adentrándonos en nosotros mismos, en nuestra alma, alcanzaremos el conocimiento de Dios.

Fue el platonismo lo que le permitió descubrir el mundo de la interioridad humana y el que le hizo ver en el mal sólo un defecto o privación de bien, lo que le acercó definitivamente a la conversión al cristianismo. Para San Agustín, el alma descubre dentro de sí la verdad, y al descubrir la verdad descubre a Dios, porque Dios es el fundamento de toda verdad y se llega a la misma más por la fe que por el conocimiento, gracias a que la fe es iluminadora. Así  fe y razón de funden en un único camino, la verdad, la sabiduría y por ende la felicidad. San Agustín observó que estos fines (verdad, sabiduría y felicidad) son los propios del cristianismo. De este modo el cristianismo se le presentó como una filosofía. Esta unión hay que entenderla como una exigencia de la razón por parte de la fe para alcanzar su plenitud.

Al reconocer la limitación del conocimiento sensible, San Agustín, como buen platónico, sostuvo que la percepción de los sentidos no puede producir ciencia, sino que queda confinada al ámbito de la opinión.

Buscando la verdad alcanza una evidencia inmediata; dudar, implica vivir, conocer y querer. De ninguna de estas operaciones se puede dudar, porque aunque errara en ellas, ni siquiera cabe dudar  de ese error, por lo que la razón descubre la verdad dentro de sí misma. De este modo superó el escepticismo. La verdad tiene que ser eterna y necesaria, lo que parece que sólo sucede con los objetos ideales (ej. matemáticas siete más tres son diez) y esto es así porque el fundamento de la verdad no puede estar en lo sensible, siempre cambiante. La verdad es superior y más excelente que la razón, porque la verdad no es otra cosa que las ideas o arquetipos ejemplares que están en la mente de Dios, modelo sobre los que Dios forma el universo. Pero como estas ideas no se diferencian de Dios, la verdad, entonces, es Dios mismo. Para llegar a conocer estas ideas, San Agustín recurre a la doctrina platónica de la reminiscencia en la idea de una luz que ilumina la razón, una especie de iluminación intelectual. Esa fuente de luz no es otra cosa que Dios mismo, luz increada que ilumina nuestras mentes para que podamos entender. Por lo que la fuente de Verdad está en el espíritu de cada uno, va de Dios al individuo es una camino natural dada la proximidad de nuestra lama con Dios.

Buscamos la verdad, pero esa verdad es encarnada "Yo soy la verdad y la vida" 

La diferencia que San Agustín establece entre sabiduría y ciencia la refiere a los siguientes aspectos: La sabiduría es una función superior a la que compete el conocimiento de verdades eternas, su función es percibir el mundo inteligible. Y la función inferior compete a la ciencia que consiste en la aplicación de la mente a los datos de la experiencia sensible, es decir, al conocimiento de cosas temporales ordenando todos los datos sensibles. Así habría que distinguir entre dos tipos de iluminación: la luz de la razón, por medio de la cual el hombre conoce las cosas sensibles, y la de la luz del intelecto, por el que conoce de manera intuitiva las verdades eternas que no son más que las ideas absolutas  en la mente divina, la relación entre ellas  y lo sensible o los dos tipos de iluminación es la participación. El ser humano consciente de sus limitaciones se ve impulsado al conocimiento de Dios. La teoría de la iluminación no es otra cosa que la justificación de la posibilidad del conocimiento racional e intelectual, basada en la presencia de Dios en la mente humana. 

La existencia de Dios es algo indudable porque así se nos muestra en nuestro espíritu. Aún así prueba su existencia del siguiente modo. La prueba noética, es una verdad eterna porque no está en el espacio tiempo, no pertenecen al individuo temporal, sino que a través de esa idea se muestra lo sobrehumano y supratemporal. Tras lo imperfecto ha de estar lo perfecto. Su naturaleza no se puede explicar; pero, a través de Moisés, Dios reveló: "Yo soy el que soy"         

Antropología:

Tal y como determinó Aristóteles, el hombre es un compuesto de cuerpo y alma, donde el alma vivifica y gobierna al cuerpo sometiéndolo a la belleza y armonía que ha recibido de Dios. En el alma distingue tres facultades, la vegetativa, la sensible y la intelectiva. Sin embargo, San Agustín, añade otra división en el alma: ser, como la memoria que tiene el espíritu de sí mismo; saber, que es el resultado de la inteligencia; y el amor, que es el fruto de la voluntad, configurando así, las tres facultades agustinianas del alma: memoria entendimiento y voluntad, que se manifiestan como la imagen del hombre de la misma trinidad divina.

Moral:    

Todos los males proceden del pecado original, del pecado de Adán, que nos hizo perder nuestra imagen y semejanza con respecto al creador, por ello se enfrentará a los maniqueos que consideran que el mal es un principio opuesto al bien que tiene entidad propia, por lo que nos encontramos con el problema de mal, cómo es posible que su existencia no afecte a la bondad creadora divina ni a su omnipotencia, su solución versará por eliminar la entidad del mal ( es un no Ser), el mal no es más que privación de ser y de bien; por ello, no pertenece al orden de las cosas reales, creadas por Dios. Si hay mal en el mundo, este mal solo puede ser obra de la concupiscencia (propensión a hacer el mal como consecuencia del pecado original) que procede de una libre decisión de la voluntad, el mal encuentra su origen en el ser humano y su inclinación se debe al pecado original, lo que le llevó a enfrentarse a los pelagianos, que no consideraban que el mal fuese algo congénito. El pecado o mal moral ha privado al individuo de la imagen de Dios, pero no ha sido abandonado por Dios, sino que está orientado por Él, gracias a su racionalidad, por ello será tan importante el conocimiento.

La voluntad del individuo es libre, como lo prueba la autodeterminación, la capacidad que tiene de moverse a sí misma hacia la acción, hacia el querer o el no querer, así como del completo dominio que el hombre puede tener de sus propios actos, de sus deseos y pasiones. Por lo que es libre de salvarse o condenarse, debería encaminarse a la felicidad que es Dios, pero su naturaleza le hace inclinarse a lo bienes perecederos. Pero la experiencia le muestra a San Agustín que el poder del hombre en el orden al bien y felicidad es débil, mientras que es muy fuerte su inclinación al mal. Esto le lleva a distinguir entre la capacidad de poder elegir, natural al hombre, a la que llama libre arbitrio, y la capacidad de hacer el bien, que no es natural sino dada por Dios, a la que llama propiamente libertad. La libertad se encuentra influenciada por la corrupción de la naturaleza que nos inclina hacia el mal y por la fuerza de la gracia que nos lleva hacia el bien.  San Agustín defendió la gracia, sin negar la libertad, pues nuestra naturaleza de caída  es la que da sentido a la encarnación del Verbo y a su sacrificio en la cruz como elementos necesarios de la redención humana.

Historia y Sociedad:

Como diría Aristóteles, el cambio es la condición necesaria para que se dé el tiempo. Y San Agustín parte de esa concepción. Antes de la creación no había tiempo, sólo existía Dios, inmutable e intemporal. Para San Agustín, lo que siente el tiempo como la duración del movimiento, es la conciencia, es el alma misma, donde el pasado se conserva y está presente como recuerdo, mientras que el futuro está presente como expectación, como esperanza. San Agustín lleva a entender el tiempo como algo interior al hombre que depende del alma humana (que tiene pasado, presente y futuro) por lo que el tiempo es algo así como un “estiramiento del alma”. Entender al tiempo como duración del alma es hacer del hombre un ser finito, puesto que el tiempo no es más que la conciencia del transcurrir del individuo. Frente a ello lo único que permanece es la eternidad de Dios. San Agustín continuando con la tradición judeo-cristiana, entiende que el tiempo es una creación de Dios, algo que tiene comienzo, creación  y fin, el día del juicio. Por lo que la humanidad progresa y avanza hacia una vida feliz en una Historia en la que nada se repite, por lo que el hombre se ve obligado a elegir continuamente para tratar de alcanzar esa vida feliz, esa salvación eterna. La Historia no es más que una Historia de la salvación.

San Agustín expone en La ciudad de Dios que el ser humano es un ser social y su fundamento se encuentra en el amor que junta o separa a las personas. El amor hace que las personas se unan formando pueblos por lo que aman en comunión, por los valores y objetivos que aman como propios ya sean espirituales o materiales. Su ser social no procede de su naturaleza sino de la racionalidad. 

Si los objetivos son materiales hablaremos de la ciudad terrenal, si son espirituales de la espiritual pero la naturaleza humana es doble espiritual y corporal, es una distinción básica para entender todo el pensamiento ético y político del cristianismo. San Agustín hizo de ella la clave para comprender la historia humana dominada por la lucha entre las dos ciudades: La ciudad terrenal constituida por todos aquellos que llevan la vida del hombre terrenal unidos por su amor común a las cosas temporales, una ciudad que no se puede definir como “ciudad del mal” porque el mal es deficiencia en el ser, no un principio a partir de cual se puede constituir una ciudad. La ciudad terrenal es la ciudad en la que el individuo, olvidando su vocación hacia lo eterno, se encierra en finitud y considera como su fin lo que sólo es un medio; y la ciudad de Dios formada por el conjunto de hombres que están unidos por el vínculo del amor divino.

No hay que hacer paralelismo con la Iglesia y el Estado, ni con lo celeste o terrenal, sino que la ciudad de Dios la forman la personas que aman a Dios y la terrenal los que se aman a ellos mismos. La ciudad de Dios es el modelo de toda sociedad, porque sólo en ella reina la justicia, aunque la ciudad terrenal es anterior porque aunque no toda persona es mala, necesariamente toda persona buena antes ha sido mala. La ciudad de Dios no tiene la finalidad en este mundo, aunque San Agustín estuvo a favor de respetar las leyes justas del Estado. Para que haya paz es necesario que exista orden, que no es más que el acuerdo y respeto de la naturaleza de cada cosa, este orden se da en dos direcciones , con respecto a nuestra propia naturaleza, la ética, y con respecto a los otras personas, la política. La única garantía de paz es la justicia, que no es más que reconocer a cada uno lo que le es propio, con otras palabras, que respeten el orden. Aunque la verdadera justicia la realizará Dios, mientras el amor de Dios no sustituya el egoísmo, la justicia y paz no serán por convicción; sino por coacción legal. Por lo que la Filosofía de la historia ha de encaminarnos hacia un ideal ético que exija un progreso en el orden jurídico.

La historia es un intento de mostrar la providencia divina y los designios de Dios. Dios es principio de toda regla y orden, él vigila y dirige todo según los inescrutables designios de su bondad y de su justicia.   

LA FILOSOFÍA MEDIEVAL Y RENACENTISTA:
  
Santo Tomás de Aquino (1225-1274)
Santo Tomás advierte que alguna verdad se puede conocer por fe y por razón (por ejemplo la existencia de Dios) esto es posible porque Dios nos ha dado la razón para que la usemos y obligación de todo buen cristiano es usarla, aunque siempre habrá personas que no tengan la suficiente capacidad para usar la razón, para esas personas va dirigida la palabra revelada

Introducción

Santo Tomás pertenece a la época conocida como la baja edad media (siglos XI hasta XV). El progreso científico se debe a los musulmanes, que han logrado ya entre ellos un cierto dominio y comienzan a expandir la cultura ligada al clasicismo griego. Ellos son los herederos de la filosofía clásica, que se cultiva en Persia y sobre todo en España. La unidad filosófico-teológica de la escolástica responde a la inquietud de los cristianos de la época. Los temas básicos en esta especulación teológico filosófica son los sugeridos por problemas en torno a la creación, los universales y la razón. Los universales son géneros y especies y se oponen a lo individual; la cuestión en el medievo era saber que realidad subyace a ellos. Según la solución que se le dé a este tema así será fundamentado el pensamiento.

La Escolástica llega al final de su plenitud del siglo XVIII, momento en que se disgregaron definitivamente la unidad política e intelectual de la Edad Media latina. Las universidades comienzan a especializarse, con la gran influencia aristotélica se fundaron órdenes de mendicantes,  franciscanos y dominicos. El naturalismo del siglo XIII fue más científico, en el sentido que respondía a criterios basados en la demostración tal como se deducía de la lógica aristotélica. Como ese naturalismo, impregnado  de doctrinas filosóficas árabes, implicaba las doctrinas de la necesidad y eternidad del universo, el rechazo provocado por la tradición cristiana se dirigía tanto contra ese naturalismo, como contra su directo inspirador: Aristóteles. Por lo que la expansión del pensamiento aristotélico se enfrenta a la tradición platónico-agustiniana y a las dificultades que planteaba a la fe cristiana. Se trata de encontrar una síntesis en Aristóteles y la doctrina cristiana integrando en ella algunos elementos de la tradición platónico-agustiniana, esta tarea fue realizada por San Alberto Magno y su discípulo Santo Tomás.

Tanto musulmanes como judíos los responsables de reactivar la cultura clásica en Europa, esto supone que gracias al conocimiento que ellos tenían que la filosofía oriental fuera más adelantada que la occidental. Cuando el aristotelismo llega a España, y a través de ella a Europa, se alcanza la plenitud escolástica.

A mediados del siglo XIII hay un equilibrio apreciable entre la producción y consumo y se impone un freno en las colonizaciones agrarias, con auge de la ganadería. Pero aumentan los dominios militares, las explotaciones mineras y la burguesía crece. En el siglo XIV la ciudad es el centro de desarrollo del comercio y la industria y marca una división en el trabajo; en el campo se atiende a la agricultura y ganadería, en las ciudades las manualidades y los negocios. Esto conlleva la necesidad de intercambios entre el campo y la ciudad de los que salen beneficiados los gremios y la ganadería. 

Principales influencias:

Del estoicismo recogerá ideas que servirán de antecedente de su ley natural.
San Agustín de Hipona (354-430)  la verdad sólo puede ser revelada, una de las vías de conocimiento en Santo Tomás. Pero además la idea de participación, que recoge de Platón, y utilizará para poner en relación las tres leyes.
Maimónides (1135-1204) piensa que la filosofía no demuestra las verdades reveladas, pero ha de demostrar que su admisión no es imposible; no puede poner de manifiesto su verdad, pero debe aclarar que no es posible evidenciar su falsedad, la filosofía como tal no se apoya en la fe.

De Averroes (1126-1198) hereda la teoría de la doble verdad ( aunque propiamente no la sostuvo). Piensa que hay una sola verdad en los textos sagrados, aunque accesible según dos sentidos. También hace suya la distinción entre esencia y existencia, que a su vez recogió de Avicena. 

San Alberto Magno( 1200-1280), éste ve la riqueza que los musulmanes han recibido de la herencia griega y sabe que no se puede olvidar pero hay que transformarla para adaptarla a los cristianos. Pretende hacer lo que hubiese hecho Aristóteles si viviese esa época e introduce los conceptos de forma y materia, acto y potencia, substancia y accidente y la existencia de los universales, también observamos como las distintas vías tienen su fundamento en la doctrina aristotélica (la primera, segunda, tercera y quinta), por último, la antropología de Aristóteles, aunque para Tomás de Aquino el alma intelectual es inmortal. Y de entre todas las aportaciones, la más importante, nos quedamos con la distinción entre filosofía y teología que inició Alberto Magno y culminó con Santo Tomás y de ese modo posibilitar el progreso científico.

Epistemología y teología

Aristóteles investigó hasta dónde podía llegar la razón, más allá sólo está la palabra revelada. La labor de Santo Tomás será conciliar el conocimiento de la razón con el conocimiento de la fe. Para esta tarea diremos cuál es el objeto de la razón, cuál el de la fe y luego argumentaremos su posible conciliación, se tratará que la teología sirva de complemento a la filosofía y ésta pueda servir de preparación a la teología. El objeto de la filosofía es el ser de lo creado y el objeto de la teología es el ser de Dios, para Santo Tomás el ser de Dios y el ser de las criaturas es distinto y se explica por medio de la analogía (los dos significados de la palabra ser ni son idénticos ni son completamente distintos, se corresponden proporcionalmente, más adelante profundizaremos en este término, relacionado con la composición hylemórfica).

La filosofía se apoya en la razón, la teología en la fe. Mientras que el filósofo parte del mundo de la experiencia y se remonta a Dios, en la medida en que este puede ser conocido a través de sus criaturas, el teólogo parte de Dios y pasa a las criaturas. Pero hay verdades que son comunes a la filosofía y a la teología.

Santo Tomás considera que es casi imposible que algo se conozca por la razón y por la fe, es decir que la misma verdad sea conocida científicamente y al mismo tiempo creída por la fe. Aunque, advierte que alguna verdad se puede conocer por fe y por razón (por ejemplo la existencia de Dios) esto es posible porque Dios nos ha dado la razón para que la usemos y obligación de todo buen cristiano es usarla, aunque siempre habrá personas que no tengan la suficiente capacidad para usar la razón, para esas personas va dirigida la palabra revelada. También es imposible conocer todas las verdades por la razón, por ejemplo la trinidad. La verdad de la razón nunca puede ser opuesta a la verdad revelada, porque los primeros principios de la razón, es decir, nuestra forma de pensar, ha sido infundida por Dios.

Metafísica  

Cuando conocemos los objetos sensibles nos damos cuenta que estos objetos cambian continuamente pero siguen siendo los mismos. Esto nos lleva a distinguir entre substancia y accidente. Pero dentro de los seres materiales también podemos distinguir entre materia prima y materia segunda, la materia prima es pura potencialidad, mientras que la materia segunda o materia formada es la que determina la esencia de un cuerpo. La materia prima como pura potencialidad no puede existir pues no tiene sentido hablar de un ser que sólo existe en potencia, todo ser para existir ha de serlo en acto y el acto viene determinado por la forma. Esta distinción entre materia y forma sólo es válida para los seres corpóreos, hay seres incorpóreos que son forma pura, los ángeles. Por lo que la composición hylemórfica está limitada a sustancias corpóreas.

La esencia de un ser corpóreo es la sustancia compuesta de materia y forma, mientras que la esencia de un ser no corpóreo es forma sola. Ningún ser finito (creado) existe necesariamente ya sea corpóreo o incorpóreo, el ser finito tiene existencia que es distinta de su esencia (de hecho tiene esencia porque tiene existencia y la existencia es algo accidental, que podía no haber tenido). La forma determina la esencia pero lo que la actualiza es la existencia. Así la existencia es el acto por el que la esencia tiene ser. Así Santo Tomás descubre una cierta contingencia en todos los seres creados, lo que nos lleva a pensar en un ser fuente de la existencia finita que no puede estar compuesto de esencia y existencia, sino que debe tener existencia como su verdadera esencia, es decir, existe necesariamente, con otras palabras esencia y existencia se identifican en ese ser, que no es otro que Dios. 

Aquí retomamos el concepto de analogía que dejamos más arriba entre paréntesis, pues gracias a lo dicho vamos a dotarle de sentido. Hemos concluido una distinción real entre la existencia y la esencia, si esto es así, tendremos que distinguir entre el ser de Dios y el ser de las criaturas, es decir el ser necesario y el ser contingente no son el mismo ser, no son idénticos ni son completamente diferentes, son semejantes; sólo Dios es ser por esencia, las criaturas tienen el ser por participación, las criaturas en cuanto son, son semejantes a Dios, pero Dios no es semejante a las criaturas.
 
Las pruebas de la existencia de Dios   (Ir a texto y hacer Comentario )

La antropología

El hombre es un compuesto de cuerpo y alma, pero el alma es más que la forma del cuerpo que perecía con él, el alma le da el ser y la individualidad, existen los mismos tipos de alma que existían con Aristóteles, pero el alma racional es inmortal e inmaterial, también los dos tipos de entendimiento.

El conocimiento es un acto del compuesto alma-cuerpo: el objeto conocido está en el sujeto que conoce, el proceso mediante el cual el sujeto conoce es la abstracción, podemos conocer las formas de las cosas sólo en cuanto están unidas a los cuerpos, pero en el acto de conocer abstrae los cuerpos, así conocer es abstraer la forma de la materia, sacar lo universal de lo particular. La abstracción no falsifica la realidad. Por lo que hemos de concluir que los universales existen y están en las cosas.

La moral y sociedad

Según Aristóteles actuamos por un fin y éste se identificaba con la felicidad que consistía en el ejercicio de la virtud perfecta, la contemplación del motor inmóvil, una contemplación racional, filosófica no religiosa. Con Santo Tomás los actos del hombre, libres, proceden de la voluntad y el objeto de la voluntad es el bien, Dios, todos los bienes y fines están subordinados a uno supremo, Dios. La felicidad perfecta consiste en un acto del entendimiento, no es un conocimiento natural de Dios, sino un ver a Dios y conocerle como es Él, por un don del mismo Dios.

El ser humano está creado por Dios para un fin sobrenatural, para la felicidad perfecta sólo alcanzable en la vida futura. Pero el hombre puede alcanzar una felicidad imperfecta en esta vida mediante el ejercicio de sus capacidades naturales mediante el conocimiento filosófico de Dios obtenido a partir de las criaturas.

Además de la facultad intelectiva Dios nos ha dotado de la facultad volitiva, su función es la libertad y es fundamento de la responsabilidad moral, la presencia del mal en el mundo es debida al libre albedrío. El “resto” de mal sólo es falta de bien. El ser humano tiene la facultad de percibir y tender hacia el bien, esta disposición natural es denominada sindéresis, que se podría definir como “haz el bien y evita el mal”.

Dios es quien orienta y gobierna lo creado, lo que hay en el mundo mediante la denominada ley divina, que no es otra cosa que ley revelada por Dios, que podemos encontrar en las sagradas escrituras, de este modo, las cosas actúan según una razón, según una ley, pero de esta ley participan los creados mediante la ley natural. La ley eterna es el plan racional de Dios, el orden de todo el universo, por el que Dios dirige todas las cosas hacia su fin, es el plan de providencia que únicamente conocen Dios y los bienaventurados. Sin embargo, el hombre como naturaleza racional es partícipe de una parte de la ley eterna, por medio de la mencionada ley natural, en la medida en que los sujetos son racionales conocen la ley natural, cuyo núcleo esencial consiste en reconocer las leyes morales como universales, aunque la más concreta es la ya dicha sindéresis y algunos de sus preceptos más importantes son: conversar nuestro propio ser, la educación de los hijos y la conjunción de los sexos y por último vivir en sociedad y acercarnos a Dios.  La ley humana positiva es una concreción de esa ley natural, ya que la sociedad sólo es posible con unas normas legales que regulen la convivencia entre los ciudadanos, así la ley positiva que ordena la sociedad no proviene del capricho de los gobernantes, sino que está exigida por la propia naturaleza humana, con otras palabras, la soberanía del Estado no es absoluta, está limitada, por la ley natural, por el bien común, la autoridad viene dada por Dios al pueblo, y éste es el que la delega al gobernante, por lo que la objeción o el derecho de rebelión tiene un fundamento natural.
Santo Tomás consideraba que el poder del Estado debería estar supeditado al poder de la Iglesia ya que ésta tiene un fin sobrenatural. El gobierno del Estado debe facilitar al hombre la posibilidad de conseguir su fin sobrenatural.

Texto: Si Dios existe. Cinco vías a la existencia de Dios. Santo Tomás de Aquino:


[1] Arrio consideraba que Jesús de Nazaret no era Dios o parte de Dios, sino una criatura. Una vez que la Iglesia hubo aceptado como dogma la proposición opuesta, el arrianismo fue condenado como una herejía.

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